¿Qué se ficieron?

Porque este artículo será pura prosa, no puedo resistir la tentación de reproducir antes estos versos de las celebérrimas “Coplas a la muerte de mi padre”, de don Jorge Manrique, de breve vida él mismo, (1440-1479).

“Recuerde el alma dormida, / avive el seso e despierte / contemplando / cómo se passa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando; / cuán presto se va el plazer, / cómo, después de acordado, / da dolor; / cómo, a nuestro parescer, / cualquiera tiempo pasado / fue mejor. // Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / qu’es el morir; / allí van los señoríos / derechos a se acabar / e consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros medianos/ e más chicos, / allegados, son iguales /los que viven por sus manos / y los ricos. // Qué se fizo el rey don Juan / ¿Los Infantes de Aragón, / qué se fizieron? / ¿Qué fue de tanto galán? / ¿Qué fue de tanta invención / como truxieron? / Las justas y los torneos, / paramentos, bordaduras / y cimeras, / ¿fueron sino devaneos?, / ¿que fueron sino verduras / de las eras?

He elegido estas entre las coplas del clásico, inolvidable poema de Manrique, porque es imposible reproducirlas todas. Notemos el español de entonces, con ortografía aún indecisa, y busquemos, porque no puedo traerlos aquí, en honor al espacio, el significado de justas, torneos, paramentos, cimeras en http://dle.rae.es

Si pasamos como el verdor del campo, como el verde del pasto en la sequía, hay mucho que debe permanecer: ¿Qué se ‘ficieron’ antiguos programas que llevaba la Subsecretaría de Cultura? ¿Qué hizo de ellos el Ministerio de Educación? ¿Desaparecerá el Consejo Nacional de Cultura, con la ley de cultura en ciernes? Foncultura está ¿con quién, con qué? ¿Será que todo lo que pasa a ámbitos ministeriales pasa para morir en ellos? ¿Sucederá esta lenta muerte con la Casa de la Cultura?

Como quienes duran dos días en un cargo quieren abarcar todo sin saber cómo hacerlo, ni escuchan ni atienden, ni se interesan por experiencias vividas: ¿qué fue del Sistema Nacional de Bibliotecas?, ¿quedó solo en cimera y paramento? ¿Qué, del Museo del Banco Central, de sus lúcidas y vigorosas publicaciones? Entre el Ministerio de Cultura y el de Educación deben trabajarse en conjunto programas como la campaña de lectura, que nada –de nadar- en agua de borrajas…

Y el arte ¿dónde queda el arte, cuya fusión con el ámbito educativo científico-técnico, pensada en horas más felices, se ha perdido? ¿Todo pasó a la historia? Y, de paso, ¡qué triste leer interminables artículos de antiguos amigos a quienes valorábamos, con quienes alguna vez compartimos ideales y sueños!; qué pena, qué vergüenza saberlos atados, no a una idea, sino a una propaganda; obligados a defender lo indefendible, a argumentar sobre datos ilusorios, a justificar lo que no merece discutirse, de puro quimérico.

¡Si se detuvieran a pensar con menos furor propagandístico la vieja historia, la que se superó hace tiempo y nunca volverá, cuánta menos vergüenza tendrían en el futuro!

scordero@elcomercio.org

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