Es buena la tendencia de la Ley de Educación Superior (LOES) que incentiva que las universidades tengan mayor número de docentes con título doctoral (PhD). Pero lastimosamente, esa Ley, en vez de promover que los doctores se dediquen a la investigación, establece que, en dos años, solo quienes sean doctores podrán ser altas autoridades universitarias. Exige, además, un número de profesores con ese título para ubicar a la institución en las altas tipologías.
Está bien promover el doctorado en las universidades para impulsar la investigación científica, la docencia y la tutoría de calidad. Pero transformar el doctorado en requisito para ejercer la autoridad es una grave equivocación. Así, la mayoría de los doctores preparados para la investigación estarán compitiendo para ser rectores o vicerrectores. Eso no eleva el nivel académico y profundiza el riesgo de fracasos administrativos estruendosos.
Poner como principal requisito el número de doctores para determinar el nivel de las universidades es un error y una norma inaplicable. Por ejemplo, ninguna universidad podrá cumplir con el 70% de profesores doctores para poder calificar como universidad de investigación. La clasificación debe hacerse a base de las evaluaciones que efectuará el CEAACES en unos meses.
También es palmariamente inconstitucional la disposición de la Ley que despoja a los actuales profesores principales de esa categoría, que ya la ganaron, si en un plazo no obtienen el doctorado. Y es hasta risible la norma que prohíbe que puedan ejercer el rectorado quienes hubieran obtenido el título doctoral en la propia universidad. Según esta absurda novedad, Unamuno no hubiera podido ser rector de Salamanca o Pérez Guerrero de la Universidad Central. Semejantes normas deben ser declaradas inconstitucionales.
Por otra parte, es muy positivo que el gobierno haya dedicado grandes recursos públicos para becas destinadas a jóvenes ecuatorianos que viajan a estudiar doctorados o maestrías en el exterior. Pero se debe también promover doctorados y maestrías de investigación dentro del país. Una parte del dinero debe dedicarse a estudiantes que cursen esos programas en nuestras universidades. De este modo, no solo se capacitará recursos humanos, sino que se irá creando una masa crítica en nuestras propias universidades. En el Ecuador se pueden realizar doctorados de muy buen nivel, incluso con presencia internacional, si se dispone de los recursos necesarios.
Impulsemos los estudios doctorales para nuestros mejores alumnos. Pero no hagamos del doctorado un fetiche definitorio absoluto del nivel académico o, peor aún, un requisito para posiciones burocráticas. Con eso no mejoraremos nuestra educación superior. Le crearemos más problemas. Y, sinceramente, ya los tiene en abundancia como para darle nuevos.