En abril de 2016 la directora de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe Luiza Carvahlo lanzaba una grave alerta sobre la situación de las mujeres en Latinoamérica: “El feminicidio y otras formas de violencia contra las mujeres en la región siguen en aumento y la aplicación de la justicia continúa siendo limitada, con 98% de impunidad”.
De los 25 países del mundo con las tasas más altas de feminicidio, 14 están en América Latina y el Caribe expresaba Luiza Carvalho.
En casi la mitad de los casos de mujeres asesinadas, el autor fue un familiar o un compañero sentimental.
En Ecuador, entre agosto de 2014 y agosto de 2015 hubo 45 feminicidios, según un reporte de la Fiscalía General del Estado publicado en abril de 2016 y hubo 97 feminicidios en 2014 según el Ministerio del Interior.
Esas cifras nos dan un vergonzoso puesto 23 en el índice de feminicidios a nivel global denominado “Femicide: A Global Problem” de la organización The Geneva Declaration.
Por otra parte, ONU Mujeres estima que el 35 % de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o de una persona distinta a su compañero sentimental en algún momento de su vida. Esto nos da la espeluznante cifra de aproximadamente 1 277 millones de mujeres víctimas de violencia física y/o sexual a nivel mundial.
El problema es que un gran número de mujeres víctimas de violencia (más del 60% de acuerdo a estimaciones de ONU Mujeres), no buscan ningún tipo de ayuda, sobre todo porque tienen miedo y desconfían de la policía y del sistema judicial. Muchas piensan que no se las tomará en serio y que luego sufrirán las represalias del denunciado, como en efecto muchas veces sucede, dada la alta tasa de impunidad que se registra en este tipo de delitos. Hay muchas incluso, que son objeto de escarnio público por la forma en que viven o por cómo se visten.
En días pasados uno de los miembros más visibles y defensor obsecuente del oficialismo a través del supuesto “diario público” que dirige (o dirigía, ya no se sabe a estas alturas), fue denunciado por una mujer por maltrato físico y sicológico.
Más allá de que los hechos denunciados tendrán que ser debidamente comprobados, y aunque el denunciado pretenda, equivocadamente -por decir lo menos-, que un tema tan grave sea tratado como un “asunto privado”, debemos estar todos vigilantes del manejo que se le dé a este caso, primero, para que se cumpla con la ley; y segundo, para que las mujeres pierdan el miedo a denunciar, para que se sepan respaldadas, para que el poder no pueda acallar a la justicia y no haya espacio para la impunidad.
Sólo así el Ecuador saldrá del vergonzoso lugar que ocupa en el índice de violencia contra la mujer y podrá convertirse en un lugar más seguro para ellas.