Escrutadores escrutados

Queda claro que los controles tributarios, laborales y societarios no han sido ni son estrictos cuando se trata de clubes de fútbol; el país ha visto en estos días cómo la autoridad, en lugar de inspeccionar y sancionar, ha ofrecido mediar en el problema público y notorio de los equipos y su falta de cumplimiento -salvo excepciones- con los jugadores y el Fisco.

Esto es parte de ese ‘dejar hacer’ que ha abonado a la enorme crisis de la cual la dirigencia de la FEF no se siente parte. Quiere darnos a entender que solo es responsable de los logros futbolísticos y no de sus problemas, que además no existen. En esa ficción parecen acompañarlo las autoridades.

La historia es muy distinta cuando se trata de cualquier otra actividad, y más aún de la comunicación privada. Porque los medios públicos viven en el mejor de los mundos; hace poco se revelaron cifras sobre un diario que, pese a alimentarse del dinero público, acumula pérdidas y no repunta en circulación por más que se distribuye gratuitamente en instituciones que absorben miles de ejemplares diarios.

La prensa privada, en cambio, está agobiada, porque además de las constantes inspecciones de toda índole, enfrenta normativas que van desde las limitaciones a los accionistas hasta una serie de reglas impuestas bajo el criterio de que la comunicación es un servicio público.

Al trabajo de la Secom y de la Supercom, que cuenta con decenas de funcionarios dedicados a escudriñar a los medios, en poco tiempo se sumará el defensor de las audiencias. De su lado, el Consejo de Regulación no ha dudado en ir más allá de la elaboración de la normativa, al advertir hace poco a los medios cómo deben abordar los temas económicos so pretexto de evitar la figura del pánico financiero.

Por añadidura, la Corte Constitucional quiere limitar la cobertura y divulgación de los casos de justicia indígena, con su reciente resolución a propósito del caso ‘La Cocha’.

Al mismo tiempo, se ha desatado sobre los medios y los periodistas una verdadera lluvia de estudios y sondeos, venidos de distintas instituciones públicas y no gubernamentales, tales como secretarías de Estado, centros de estudios y veedurías.
Alrededor de la vida diaria de los medios se ha construido una maraña de leyes y reglamentos que les demandan una buena cantidad de esfuerzos. El resultado es que el escrutinio ha terminado por volcarse sobre los medios y los periodistas, que paradójicamente son, dentro de cualquier sociedad democrática, los que debieran escudriñar lo que el poder quiere ocultar.

Apenas si queda tiempo para hacer periodismo, y muy pocas veces investigación, algo de lo que dicen lamentarse incluso los simpatizantes de la comunicación como servicio público. Ya no va a quedar tiempo ni para escribir sobre los incumplimientos de los equipos de fútbol.

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