… Su voz ya habría apagado la estólida estridencia de tantas otras voces que a diario están buscando convencernos de la existencia de un círculo con cuatro ángulos iguales. Si Federico viviera, La Barraca estaría armado su escenario en cada plaza de pueblo para mostrar el drama de las mujeres sometidas a un poder insensato, o el drama de la naturaleza que sigue viviendo, pero repleta de muerte.
Si Federico viviera, la frágil melodía de su piano habría ya apagado el retumbar de esos ruidos industriales que se difunden en los centros comerciales para aturdir a la gente, para robotizarla, para inducirla al consumo.
Si Federico viviera… Pero no, desde el 18 de agosto de 1936, Federico solo está vivo entre las páginas de un libro que alguien abre para leer sus poemas. O también en la escena de algún teatro que arriesga el prestigio de su elenco al hacer el montaje de sus obras. Digo “se arriesga”, porque esas son obras que llevan hasta el límite la capacidad actoral y la imaginación escenográfica. Porque son obras de gran arte, de arte casi inaccesible, y por lo mismo dotadas de múltiples sentidos.
Uno de ellos está determinado por su deseo de que todos comprendieran por qué se vive en la miseria sobre una tierra fértil; por qué se vive en la violencia en una sociedad que no ha aprendido de amor y solidaridad; por qué la Tierra siempre una, se encuentra fraccionada, dividida, retaceada, surcada de fronteras y guardianes armados.
Si Federico viviera… Si la estupidez y la codicia no le hubieran llevado en la madrugada de aquel 18 de agosto hasta un barranco, al borde del camino entre Víznar y Alfacar, cerca de su Granada de cante jondo y memoria entre morisca y gitana. Si no le hubieran asesinado con alevosa cobardía…
Hoy, cuando miramos hacia el frente, solo vemos el fuego que consume la selva; por aquel costado, los latrocinios descarados de los grandes señores; por aquel otro, la voracidad de las empresas que quieren despanzurrar la Tierra para volverse ricas, más ricas todavía de lo que son ahora; por aquel otro lado, la violencia desatada que hace de la vida una baratija desechable; más allá, la guerra comercial entre grandes potencias; más acá, enfermos sin medicina ni comprensión ni un ápice de afecto; y más allá…
Pero si Federico viviera, como en los días de la Residencia de Estudiantes y de la República Española, su lugar estaría del lado de los pobres, reclamando para ellos lo que otros desperdician. En 1931, en una olvidada conferencia, Federico dijo: “Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solo hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan…”
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