Extremadamente difícil el momento que atraviesa la patria por varios motivos y justificaciones, para unos, dólar apreciado y, como moneda extraña, imposible de ser devaluada en forma similar a lo efectuado por países vecinos, para impulsar la gestión comercial en detrimento de la nuestra y una significativa baja del precio del petróleo; para otros, el despilfarro de recursos, la ausencia de ahorro del abundante dinero que recibió el gobierno por los precios, históricamente más altos, del hidrocarburo, por una profusa y costosa corrupción y por caros y abundantes préstamos de cientos de millones de dólares a China, Tailandia y otros países, garantizados con la producción petrolera.
Además el país ha sido dividido en pobres y “pelucones” . Los primeros se han incentivado con el repetitivo mensaje gubernamental y han lastimado su alma con odio, rencor y anhelos de revancha con aquellos, que de, acuerdo a la incesante sugerencia, les han perjudicado.
Se ha acusado a los militares de haber forjado un colectivo abusivo y beneficiado con elevadas remuneraciones y pensiones de jubilación y retiro, argumento que podría ser razonable, si no hubiera sido este gobierno el que mejoró los salarios de la oficialidad y la tropa; pero además en una actitud absurda, peligrosa y desintegradora, se confrontan tropas y oficiales, sin prever que la integridad y solidez de las fuerzas armadas son imperativas y esenciales dentro de su naturaleza de cuerpo colectivo ordenado, disciplinado, obediente y permanentemente presto a responder por la seguridad y defensa nacionales, como lo hicieron con heroicidad, gloria y honor en la epopeya del Cenepa.
A despecho del lema maquiavélico, de dividir para gobernar, tan bien utilizado por la alianza que gobierna el país y que paradójicamente fundamenta su éxito en la convergencia y agrupación de personajes de las más variadas tendencias: derecha, centro derecha, centro izquierda, diversas izquierdas y varias etnias: indígenas, negros , mestizos, mulatos, montubios y blancos; urge en el país una indispensable unidad confluente que dé cabida al esfuerzo mancomunado de todos para juntos encontrar soluciones a la asfixiante crisis que atormenta a nuestro país.
Esta desigual amalgama gobernante debería ser el espejo que ejemplifique el accionar de todo ente racial, social y político en este período difícil que sólo podrá ser superado con una conjunción de objetivos y acciones que no se distraigan en personalismos, ni en acomplejados conceptos ya decantados por la historia, ni en vanidades intrascendentes, porque la parcialización y la fragmentación atentan contra un futuro de recuperación cívica, política, moral y económica. El patriotismo generoso y valiente deberá aniquilar la fatuidad, la ambición y la ceguera.