Veo en El País de Madrid unas fotografías de cabezas de toros arregladas por un taxidermista que logra con su arte inmortalizar majestuosamente esos ejemplares.
El fotógrafo Daniel Ochoa de Olza, reconocido internacionalmente escribe: “…Hace siglos que el toro bravo fascina al ser humano. Es un compendio mítico de poder, belleza y miedo que ha identificado durante siglos a la cultura española, mediante la lidia…”
Sobre estas cabezas el periodista Rubén Amón continua: “…El toro bravo adquiere una dimensión totémica cuando su cabeza llega a manos del taxidermista en su pasaje a la inmortalidad. La cabeza del toro no es un trofeo de caza anónimo, ni tampoco un botín de guerra.
Representa el culto a la Fertilidad del dios Apis. Describe la devoción a Júpiter convertido en Toro y evoca el último requiebro del Laberinto del Minotauro. Un símbolo de la cultura mediterránea. Una advocación pagana que sugestiona a sus feligreses con su mescolanza de poder, belleza y cornamenta con nombre y con memoria. Símbolos inmortales que nos escrutan con sus ojos de cristal y amenazan el insomnio de los toreros…”
Por esto, los toros no tienen ni necesitan explicación. Los anti taurinos “pertenecen a una sociedad infantil y escéptica que abjura de la muerte…” .
Escribo estas líneas para todos los aficionados del Ecuador, que han seguido las ferias de Sevilla y San Isidro con fervor y han sentido, como decía José Bergamín “la música de ese arte mágico, esa música interna para el oído del corazón, que es el que escucha las armonías eternas…”
Aquellos que han vibrado con las verónicas de Morante, los naturales de Manzanares, la lentitud eterna de Aguado y han sufrido de corazón las heridas de los diestros y sentido la sangre abierta por los pitones que no perdonan un descuido.
Ojalá el presidente Moreno y el nuevo Alcalde de Quito le devuelvan a La Carita de Dios sus fiestas taurinas… Esa alegría, esas multitudes reunidas alrededor del Toro, las ventas de morocho, chulpi, sombreros, banderines, banderillas de colores, ponchos. Toda esa vida vibrante que llenaba de magia cada rincón de la ciudad y atraía miles de turistas…. Ahora las fiestas están vacías y silentes… El Chullita Quiteño no se escucha… Se tuvo que trasladar a Latacunga que supo heredar la magia y la importancia de este ritual…Quito se lo merece… ese coletazo siniestro del correazo no debe seguir !
PD. Esta sugerencia la hago con respeto. Amo Ecuador con el alma. Amo sus volcanes, su sierra majestuosa, cada rincón misterioso. Amo su gente.
Y cada año en noviembre reitero mi tristeza de ver que a Quito le quitaron su alegría de un correazo inmerecido y absurdo… ¡Soñar no cuesta nada y Olé!