La farsa en el poder

Luego de las elecciones españolas que ganó la derecha (PP), Félix de Azúa expresó la decepción de millares de simpatizantes socialistas que en esta vez no votaron al PSOE, pues este había dejado de representar lo que significa la izquierda: democracia, justicia social, honradez. Azúa criticaba además el nacionalismo, esa ideología de derecha, que había alcanzado a sectores del PSOE.

¿Gobierna la izquierda en Ecuador, como tratan de hacernos creer Correa, algunos de sus secuaces y algunos comentaristas políticos? ¿O más bien Correa utiliza a cierta izquierda para reconstituir el poder oligárquico?

Correa encontró el apoyo de una izquierda que ya antes había ido tras de cuanto caudillo populista podía treparle al poder: Vargas, Bucaram, Gutiérrez, hasta Álvaro Noboa. Una izquierda de funcionarios de aparatos partidistas y sindicales, que por sí misma nunca alcanzaría el poder ni por elecciones ni por insurrecciones. Que a nombre de luchar contra las oligarquías no vacilaba en corroer la orientación democrática, en apoyar a regímenes corruptos. Chatamente nacionalista y partidaria de regímenes autocráticos, a nombre de antiimperialismo.

No obstante, en esa misma izquierda pugnaban por aflorar contenidos renovadores para impulsar la democracia, la justicia, otra forma de desarrollo humano.

En las convicciones políticas interactúan aspectos culturales, políticos, económicos. Correa aclaró en su primera campaña que era un hombre de derecha (en el Teatro Sucre dijo que en Bélgica así sería considerado). La moralina que emergió en la última consulta popular, el machismo que hoy aflora, el desprecio frente a los indígenas, frente a quienes opinan de modo distinto, tiene que ver con su conservadurismo ético y cultural.

Correa no es demócrata. A su autoritarismo ha contribuido esa izquierda de aparatos, antes de Montecristi, en Montecristi y después de Montecristi. La Constitución del 2008 por una parte consigna los avances en DD.HH., y por otra, establece las condiciones del autoritarismo.

Correa no es demócrata. Lo acabamos de ver en las reformas a los procesos electorales, en el control del sistema judicial.

¿Hay justicia social? Si bien a su Gobierno hay que reconocerle ciertas políticas paliativas contra la pobreza, no se propone el fin de la inequidad social. Tenemos un Estado “ogrito filantrópico”, que reparte subsidios a cambio de sumisión de las masas. Correa no es socialista sino “desarrollista”. Impulsa el capitalismo con base en la economía extractiva sin que importen las consecuencias.

¿Su antiimperialismo? El apoyo a Gadafi, a Al Asaad, a Ahmadinejad. La farsa de la Alba. La izquierda (no los escribas y funcionarios del poder), debería cuestionarse a fondo para confrontar este año la farsa en el poder.

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