Dolor y venganza

Millones de ecuatorianos sentimos un profundo dolor por lo sucedido a Javier Ortega, Paúl Rivas, Efraín Segarra y a sus familias. La mayoría de nosotros no los conocíamos personalmente, supimos de sus vida, trabajo y pasiones por los reportajes que los medios de comunicación difundieron, para que sus captores no los traten como cosas a intercambiar, que los vean en toda su humanidad, que reconozcan su dignidad, su historia. Hijos, hermanos, esposos, padres, novios, amigos. Se confirmó lo que temíamos, quienes los secuestraron están vaciados de humanidad, tienen una comprensión tergiversada de la vida, se escudan detrás de unos supuestos ideales para robar, traficar, secuestrar y matar. Se atribuyen la condición de combatientes por la liberación, luchadores por la libertad, guerrilleros heroicos. Los integrantes del frente “Óliver Sinisterra”, como se autodenominan, deben responder por sus acciones, pero siempre en el marco de un Estado de derecho, respetando de forma irrestricta a los estándares internacionales y los derechos de todos los involucrados. Debemos recordar que en la zona de frontera hay miles de personas inocentes, atrapadas por la violencia, que pueden ser víctimas de las respuestas basadas exclusivamente en la fuerza y que traspasa los límites marcados por el derecho, cuando esto sucede y se transgrede el derecho desaparecen las diferencias con los violentos, favoreciendo sus agendas y sus acciones.

Se entiende la indignación que acompaña al dolor por lo sucedido, pero no podemos dejarnos llevar por los discursos de odio de quienes claman por venganza y no por justicia, de aquellos que citan como referente de acción a quienes traspasaron en el pasado reciente los límites, usaron la fuerza y el poder de forma abusiva, asumiendo que cualquier medio es válido cuando se tiene un fin considerado justo. Ante la violencia sin sentido, ante la maldad humana, sólo nos queda responder con los instrumentos del derecho.

La indignación que acompaña a este dolor nos debe llevar a exigir medidas serias, responsables y profesionales, debe sentarse las bases para que esto no vuelva a suceder, con una mirada al futuro, siempre honrando a los ausentes y a sus familias con nuestras acciones, poniendo el máximo esfuerzo para que no quede en la impunidad lo ocurrido, que podamos señalar a los responsables de la violencia, pero también identificar a quienes demostraron en estas semanas no estar preparados para enfrentar con humanidad y profesionalismo esta grave crisis.

Debemos trabajar para dejar atrás la cultura de odio y desprecio que se sembró, acordar una agenda mínima que nos marque el rumbo que como país debemos seguir para salir de este difícil momento, pero en ningún caso las acciones se pueden reducir al uso de la represión y la violencia, los ejemplos de Colombia y de México demuestran que buscar la paz desde la violencia, sólo la incrementa.

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