Una mirada limitada a la seguridad ciudadana privilegia como forma de enfrentar al delito y la delincuencia el incremento de los tipos penales y las penas; promueve la lógica de la autodefensa con el libre porte de armas; y, desde una enmascarada xenofobia, se culpa a los extranjeros por el incremento de la inseguridad. Esta forma de entender la inseguridad con certeza está condenada al fracaso, sólo sirve para alimentar campañas populistas y en el mediano plazo contribuye a su incremento.
En los Estados Unidos existen muchas investigaciones -independientes- que demuestran, con datos duros, que el libre porte de armas de fuego no incrementa la seguridad. En general, las investigaciones que promueven su uso reciben mucho dinero de grupos de interés como la National Rifle Association of America. La experiencia de países como Gran Bretaña, Japón y Australia, incluso la nuestra, muestran una reducción importante de los delitos violentos luego de restringir el porte de armas. Permitir su libre porte añadiría problemas y con ello se incrementaría la inseguridad.
En los últimos 40 años creció el catálogo de delitos y se han endurecido significativamente las penas y sabemos, con certeza, que estas medidas son ineficaces. Los accidentes de tránsito son el ejemplo más dramático, en la actualidad son la principal causa de muerte violenta en Ecuador: penas mayores no son un incentivo relevante para la transformación de las conductas.
El caso de los extranjeros requiere un análisis diferenciado, algunos han cometido delitos especialmente violentos que se han difundido ampliamente, pero no es posible afirmar que los migrantes –y exclusivamente ellos- han incrementado la delincuencia, sin embargo la xenofobia ha hecho su trabajo instalando prejuicios.
La preocupación social, la atención política y la cobertura de algunos medios de comunicación sobre la seguridad ciudadana es selectiva, presta atención preferente a la delincuencia común y coloca en segundo plano a los mayores problemas de inseguridad: los accidentes de tránsito, el abuso sexual en contra de niños, niñas y adolescentes y la violencia contra las mujeres.
El país no tiene una política integral de seguridad ciudadana y por la experiencia comparada se necesita de respuestas complejas particularmente centradas en la prevención, en usar información para identificar sitios sensibles, la recuperación social de espacios públicos, otorgar valor a la convivencia social, buscando salida a conflictos sociales en apariencia irrelevantes (derivados del consumo de alcohol y drogas, peleas vecinales por ruido, uso inadecuado del espacio) que incrementan significativamente la inseguridad.
Esperemos que el populismo, estilo Bolsonaro, no se torne en el discurso dominante en esta materia, pero esto requiere que el régimen enfrente de manera inteligente este problema, sin dejarse llevar por respuestas fáciles basadas en el populismo penal. Hay que recordar que detrás de esto hay intereses políticos claros que promocionan respuestas autoritarias y una vuelta al pasado.