Ignorar ser ignorante

He citado en otra ocasión las palabras de Umberto Eco respecto de las redes sociales y su idea de que han “dado derecho a la palabra” a legiones de imbéciles que se consideran “portadores de la verdad” y se sienten a la altura de cualquier Premio Nobel. El derecho a difundir ideas y opiniones existe sin importar el medio usado y es irrelevante el conocimiento para su ejercicio; con las redes sociales las voces se han amplificado y ahora tienen un impacto social. Hay quienes difunden noticias falsas para crear caos, incrementar los prejuicios y promover adhesiones a ideas absurdas, pero hay otros que no tienen claridad de su incompetencia en ciertos ámbitos y sostienen cosas totalmente equivocadas creyendo tener la razón, porque consideran tener un conocimiento del que en realidad carecen.

Esto se conoce como efecto Dunning-Kruger, un sesgo cognitivo que funciona en dos sentidos: “La sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad de uno mismo. La infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás”. Este sesgo cognitivo cuenta con evidencia científica; gracias a experimentos en distintos países y diferentes ámbitos, ha sido confirmado de forma consistente.

El profesor David Dunning empezó a investigarlo junto a su colega Justin Kruger, luego de leer una noticia sobre un ladrón que había asaltado dos bancos a cara descubierta; al ser detenido estaba muy sorprendido, aseveraba que su rostro no podía verse en cámaras gracias al zumo de limón que se había echado, porque dos amigos le aseguraron que lo convertiría en invisible.

¿Cómo alguien puede creer tamaño absurdo? La investigación determinó un sesgo que se podría resumir en ignorar nuestra propia ignorancia; mientras menos conocimiento tenemos de algo, menos conscientes estamos de lo que desconocemos. Antes podía ser un dolor de cabeza para amigos, colegas, familia; ahora es un problema colectivo. Las redes sociales amplifican la voz de ese ejército de personas que no pueden reconocer su falta de conocimiento y sostienen ideas de lo más ilógicas o las replican sin un mínimo análisis crítico. Aclaro, todos somos ignorantes o desconocemos algo, mas la mayoría somos capaces de identificar esas áreas y estamos dispuestos a aceptar nuestra ignorancia o reconocer la competencia de otros.

La crisis del covid-19 y el año preelectoral nos ha colocado de frente a una multitud de expertos en todo y en nada, quienes con facilidad replican las mentiras más irracionales o sostienen como verdades lo más ridículo, contrario al conocimiento o a los hechos; algunos lo hacen con mala fe y de forma deliberada, otros simplemente creen en absurdos, incluso contra toda evidencia; solo una combinación de mala fe e ignorancia puede explicar que existan quienes afirmen o crean que una alcaldesa venció al covid o que en el pasado reciente vivíamos en una democracia plena, respetuosa de los derechos y sin corrupción.

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