El fin de las FARC…

Alfonso Cano’, jefe máximo de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), murió en combate el 4 de noviembre. La muerte de Cano fue tomada por el Gobierno colombiano como un golpe histórico a uno de los grupos guerrilleros más antiguos y mejor organizados de la región.

Al igual que en otras ocasiones, cuando cayeron en combate o fueron apresados otros dirigentes como el ‘Mono Jojoy’, ‘Raúl Reyes’, ‘Martín Sombra’, ‘Simón Trinidad’, ‘Martín Caballero’, el ‘Negro Acacio’ o ‘Iván Ríos’, uno se pregunta si esto llevará a la desaparición definitiva de las FARC.

Santos ha mencionado que sería un error caer en el triunfalismo. Por ello, ha sido más cauto y ha hecho un llamado a las FARC a sentarse a la mesa de diálogo. “Siempre he dicho que el diálogo no está cerrado, que la puerta no está cerrada con llave, pero insisto en que necesitamos señales muy claras, que cese el terrorismo”.

Y aunque es cierto que la guerrilla de las FARC está políticamente derrotada –más del 95% de la población los rechaza– su estructura y fuentes de financiamiento están intactas. Hay que tomar en cuenta que los miembros de las FARC, desde que optaron por el secuestro y el narcotráfico para financiar sus actividades, dejaron de ser guerrilleros e incluso terroristas para convertirse en una organización criminal. No solo con recursos y estructura sino con inteligencia, armas, hombres y nexos con redes a nivel mundial. ¿Un cartel con estructura y organización de un grupo guerrillero o una guerrilla con estructura y organización de un grupo criminal? Las FARC ahora no controlan gran parte del territorio colombiano, lo hacen en zonas estratégicas. Zonas relacionadas con la producción, procesamiento y envío de drogas.

Incluso ese control del territorio ya no es militar. De acuerdo con los resultados de las recientes elecciones locales, un número importante de autoridades están relacionadas con las FARC, muchas, a cargo de municipios ubicados a lo largo del cordón fronterizo con Ecuador. Por ello, el tema de las FARC es aún más complejo. ¿Con quién va a sentarse a dialogar el presidente Santos? ¿Con guerrilleros o criminales? ¿Qué va a hacer con autoridades locales, empresarios, banqueros y demás actores sociales vinculados con esta organización?

En el caso del Ecuador, la situación es más penosa. Mientras Colombia intenta hacer algo, nuestros ministros y funcionarios que trabajan en seguridad no saben dónde están parados.

Es un error pensar que ha llegado el fin de las FARC. Somos testigos de la fase de mutación de esta organización: ya no como grupo insurgente sino como organización criminal, con repercusiones mucho más serias que antes.

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