La fanesca no es un bicho

En la pasada semana, el plato típico de la ocasión religiosa convocó a una reunión social y política. La fanesca fue elaborada para ser degustada por dos alcaldes -Quito y Guayaquil- y un prefecto provincial -Azuay- según reprodujo en sus ediciones la prensa no incautada, es decir “corrupta” y otras lisonjas.

Es obvio que la convocatoria no solo era para apreciar el sabroso potaje, sino también para dialogar sobre opciones que puedan convertirse en alternativas que, nacidas en este difícil presente, se proyecten con solvencia y contundencia en el futuro inmediato. Se agrava la situación, cuando los nubarrones se ciernen amenazantes y la retórica oficial resulta ineficaz como inapropiada ante un 2015 que en el primer trimestre muestra ser inmanejable.

Que se reúnan los representantes del pueblo a nivel seccional está bien, pero es necesario, en beneficio de la evolución de la situación, que se perfile algún proyecto que compita democráticamente.

Se han producido importantes resultados electorales, pero no han sido suficientes para detener la avalancha concentradora, la depredación de libertades fundamentales, así como la inmunidad y descontrol del gasto fiscal.

Un efecto que debe ser resaltado en el Ecuador es la capacidad de sentarse en una misma mesa personajes de signos ideológicos y políticos diferentes, en un entorno que está marcado por el dominio de una fuerza política que abarca la mayoría de los campos de acción social y corporativa del país.

Aunque es necesario ser cautos en la evaluación y efectos del encuentro de Guayaquil -que no es el primero- no puede perderse la oportunidad de señalar un hecho singular. Parece que no hay ungidos ni predestinados y que conocen el valor estratégico de la unidad en la diversidad en momentos cruciales y difíciles.

La fanesca de los líderes seccionales debe ser productiva, no como una fuerza opositora, sino un escenario diferente al régimen y legítimo para acunar estrategias frente a una emergencia inevitable.

Hay temas o capítulos ineludibles de ser este el propósito: a) un diagnóstico confiable y no sesgado ni maquillado de la situación económica que atraviesa el país y sus perspectivas inmediatas; b) planificar una auditoría de la contratación pública para superar la sospecha y la presunción; y, c) programar un sistema para desmotar el andamiaje de concentración que asfixia a la democracia en Ecuador. Si no existe tal atrevimiento es mejor que se dediquen a terminar el Metro de Quito; un tren elevado para Guayaquil y a dotar de un sistema de calefacción integral para la ciudad de Cuenca.

La Cigarra no es un bicho. Era el título de una humorística película argentina. Se trataba de un motelito de esos que ahora indagan los mirones de los ministerios públicos. La fanesca tampoco es un bicho. Es un plato que convoca a sus invitados, algunas veces con inconfesables propósitos…

Alfredo Negrete / anegrete@elcomercio.org

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