Familia convencional

Cualquier análisis académico parte por definir los conceptos utilizados. En términos generales el conocimiento se construye sobre algunos paradigmas, los de T. S. Khun tan trivializados por los "motivadores", son presupuestos, acuerdos mínimos, una base común.

El pensamiento posmoderno pone en duda la existencia de "una" capacidad de aprehensión de la realidad; otros afirman -simplificando- que deberíamos formular una nueva epistemología desde el "Sur", así podría transformarse la comprensión capitalista de la realidad.

Difícil debate, sin embargo no podemos perder de vista que llamar a un cambio epistemológico es una "renovación" de paradigmas, no la negación de su existencia, de hecho en las ciencias sociales estos se modifican a partir de nuevos hallazgos, razones y argumentos.

Los prejuicios y los fundamentalismos son barreras infranqueables para los cambios de conceptos. Lo convencional, al menos de acuerdo a las acepciones del término recogidas por la RAE, son incompatibles con el inmovilismo propuesto por el Presidente de la República para entender qué es familia y qué es género.

La Constitución reconoce y protege a la diversidad de formas familiares, organizadas a partir de lazos jurídicos o de hecho, por personas de diferente o del mismo sexo, con o sin hijos, familias monoparentales; que pueden tener hijos por medio de la intersexualidad, adoptando o a través de alguna técnica de reproducción asistida.

En la Constitución se proscribe la discriminación por sexo, opción sexual, identidad de género y obliga a promover la equidad y el enfoque de género en todas las políticas, planes y programas del Estado.

En el texto existen 13 referencias al ­género, dos a la orientación sexual y dos al sexo de las personas (una de ellas para discriminarlas).

Las personas pueden nacer con rasgos y genitales masculinos o femeninos (aunque cada vez más países reconocen un "tercer sexo", solo en EE.UU. nacen con ambigüedad genital una de cada 2 000 personas); pueden optar sexualmente; moldear su apariencia externa de acuerdo con su identidad; a cada sexo socialmente, y en cada contexto histórico se le asigna unas características, roles que puede cambiar.

No es igual nacer mujer en Bélgica, en Arabia Saudita o en el Ecuador de un tiempo atrás; no está muy lejos el ­ tiempo en que una mujer casada era incapaz jurídicamente, podía ser devuelta por la fuerza al domicilio fijado por el marido o no podía denunciar a su pareja por vio­lencia porque, de acuerdo con una jurista de esa época, se "exigen sacrificios para proteger a la unidad familiar por encima los egoísmos particulares".

Desde aquella época se han producido muchos cambios culturales y normativos en el Ecuador, pero su concreción real tardará, los fundamentalistas y sus paradigmas son una amenaza.

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