Uno tras otro, sin distinguir bandera política, se van develando en varios países, no sólo de nuestra Región, una serie de escándalos que ponen al descubierto la falta de escrúpulos de varios gobernantes para manejar los asuntos públicos. Han malogrado en su tarea principal de cuidar y administrar adecuadamente los bienes a ellos confiados. Les han fallado a sus votantes, muchos de ellos gente sencilla que habrán creído en sus palabras, ilusionados en pensar que de alguna manera se iba a arreglar la precaria situación que cargan día a día. Quizás el que sobresale en toda esta maraña de escándalos es el caso brasileño, precisamente por la dimensión del país y porque su líder principal, un ex-obrero metalúrgico parecía que cristalizaba el sueño de muchos latinoamericanos. Pero una investigación judicial ha mostrado que el ídolo tenía los pies de barro; y, difícilmente podrán desvirtuar que ese entramado de extorsiones para adjudicar la millonaria obra pública, dejaba una importante tajada para el Partido de los Trabajadores y otra se escabullía en los bolsillos de innumerables intermediarios y personas allegadas al gobierno. La operación “lava jato” ha puesto en evidencia que en las propias entrañas de uno de los mayores movimientos de izquierda, se gestaba un proceso corrupto destinado a “fondear” al partido de gobierno que, desde hace años, usaba todo el aparataje político para proteger a militantes que resultaron incriminados.
En otros lados el dinero ha ido para los cercanos al régimen y sus colaboradores. En Venezuela es un secreto a voces el estrepitoso cambio económico que ha alterado la vida de allegados a la familia del ex gobernante y su círculo íntimo. También se habla de la cercanía de grupos militares con bandas de narcotraficantes a las que brindarían protección. En Argentina hasta suena inverosímil que una empresa de la familia en el Gobierno se haya beneficiado por contratos con la aerolínea de bandera de ese país; y, peor aún, si está en entredicho el uso efectivo de las instalaciones hoteleras por parte de sus tripulantes.
En Nicaragua, según las denuncias de los opositores, la familia en el poder ha administrado a sus anchas los recursos recibidos como cooperación internacional. Cuba es un caso aparte, porque una casta política militar ha controlado a su antojo la isla por más de cincuenta años. El último que completa la zaga, el inefable Evo que al parecer ha visto hacia otro lado cuando su ex novia, que usaba autos oficiales, ha suscrito jugosos contratos como representante de una empresa china. Hay para repasar también los casos de gobiernos de populismos rampantes como el del ex presidente panameño, que pese a haber llegado al poder con una considerable fortuna debe enfrentar acusaciones de supuesto enriquecimiento durante su mandato.
Lo paradójico es que desde la izquierda se proclaman impolutos, de avanzada, cuando en la práctica reproducen las mismas o peores mañas que los políticos a los que dicen combatir. No habrá democracia real si la ética no penetra en todos los ciudadanos.