Es desagradable para la ciudadanía entrelazar inquietudes entre el asesinato del general Jorge Gabela y los episodios trágicos de helicópteros Dhruv, cuya compra fue objetada por el fallecido.
Sin embargo, es necesario hacer un aparte del dolor del crimen del general y pedir una prudente y cautelosa actitud de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) y su respectivos mandos, hasta el esclarecimiento judicial en un caso y técnico en el otro; además, evitar explicaciones técnico políticas de última hora.
Guardando obvias proporciones, no se pueden evitar elaborar similitudes- no sospechas- sobre el destino fatal del fiscal argentino y la muerte de un general que como antecedente inmediato criticó la compra de los citados helicópteros y luego- según las conclusiones policiales, no aceptadas por el perito forense extranjero contratado para el efecto -asesinado por ladrones de barrio en una ciudadela de lujo adecuadamente resguardada.
Por eso, aunque parezca sesgado, sino se producía el último de los varios accidentes de los helicópteros Dhruv, la indagación del crimen del general Gabela habría perdido importancia y seguiría la ruta en que terminan los casos cerrados.
Lo que resulta paradójico es la actitud y la imagen corporativa de la institución aérea nacional. Luce lejana de aquella, cuyos motores estuvieron listos pero no autorizados en el conflicto de Paquisha. Sin embargo, cuando recibieron las instrucciones necesarias encendieron los motores en los días del Cenepa para ingresar a la historia de los combates aéreos en América Latina.
Eran tiempos en los cuales el honor se forjaba en el heroísmo.
John Fitzgerald Kennedy fue asesinado por un maniático que inmediatamente fue ejecutado junto a su silencio, Martin Luther King fue víctima de un fanático racista y nada más, el fiscal argentino Alberto Nisman se suicidó por una fuerte depresión.
Algunas veces, los hechos conocidos no son suficientes para convencer que la realidad investigada oficialmente no tiene más datos que ofrecer y que hay que admitirla como tal. Ojalá esto no haya sucedido con la investigación del crimen del general Gabela.
Las Fuerzas Armadas son garantes del orden constitucional no del político de la nación; por tanto, están obligadas por la naturaleza del Estado y las funciones del poder a mantener la distancia y el respeto a que la obligan las disposiciones que rigen un Estado de Derecho.
Por la experiencia de otras sociedades es importante que en procesos delicados prevalezcan dos requisitos para la paz ciudadana: transparencia y oportunidad de la información . A mayor información no maquillada, mayor tranquilidad social.
Luego, hay que recordar al proceso en la Comisión de la Verdad en Chile. Se optó por una cruel pero necesaria prioridad que señala una invalorable ruta ética y social: primero la verdad, para luego llegar a la Justicia. Al revés, el resultado suele ser cero.