Los nicaragüenses votarán el 6 de noviembre. Según algunas encuestas, Daniel Ortega ronda el 40% de intención de voto, Fabio Gadea el 30 y Arnoldo Alemán el 10. Es muy difícil hacer encuestas en Nicaragua debido al “factor güegüense”. Por referencia al antiguo personaje del teatro nicaragüense que se enmascara para defender sus intenciones.
La primera vez que escuché hablar del “factor güegüense” fue en las elecciones de 1990. Los sondeos favorecían a Daniel Ortega, pero sucedió a la inversa: doña Violeta barrió en las urnas.
Los encuestadores fallidos dieron entonces una extraña explicación: habían votado miles de güegüenses. Gentes que decían una cosa y hacían la contraria. Un “experto” norteamericano decepcionado, me dijo: “este es un pueblo de mentirosos”. Falso: es un pueblo de cautelosos.
La observación viene a cuento de un artículo de Pedro Joaquín Chamorro, político y periodista, publicado en La Prensa de Managua. Cercano a la candidatura de Fabio Gadea, exitoso empresario y comentarista radial, Chamorro cree que los nicas ocultan sus intenciones electorales. Lo intuye porque ha recorrido el país junto a Gadea en una campaña política basada en el cara a cara y el apretón de manos, y ha percibido la misma cálida complicidad que existía en 1990: por temor al sandinismo mienten o no se manifiestan. Pero votarán por la democracia y la libertad.
Mi impresión es que ahora será más difícil derrotar a Ortega. La oposición va a los comicios dividida y además debe ganarle a los petrodólares chavistas. Chávez y Ortega crearon una empresa privada, Albanisa, con la que el venezolano compra influencia internacional para el socialismo del siglo XXI con dinero del patrimonio público, mientras el nica adquiere clientela para perpetuarse en el poder.
Daniel Ortega, que ya consiguió anular la prohibición a la reelección consecutiva, con la ayuda de jueces dóciles, en su próximo mandato hará aprobar una ley que le permita ser presidente vitalicio.
¿Hasta cuándo durará este sainete? Es difícil saberlo, pero los fundamentos políticos y económicos del socialismo del siglo XXI son muy débiles. Si Cuba era la referencia ideológica, hace varios años que dejó de serlo, no solo por el inocultable fracaso de ese modelo, sino porque el gobierno de Raúl Castro no tiene la menor idea de cómo va a corregir las barbaridades hechas por su hermano durante medio siglo de delirios. Y si Venezuela es la chequera inagotable del grupo, talvez pronto abandone ese rol. ¿Cuándo? Probablemente cuando Hugo Chávez salga de la escena como consecuencia de su precaria salud o de sus infinitos y hábiles adversarios políticos.