La libertad de pensamiento, y su hija, la libertad de expresión, son derechos humanos y, además, el fundamento de la democracia. Su contrapartida necesaria es la responsabilidad
1.- Ciudadanos informados y democracia eficaz.- El tema de la libertad de expresión no se agota en los intereses de los medios. Tampoco es un asunto que se circunscriba al debate entre el poder político y los periodistas. Es un problema más extenso y complejo. Es un capítulo de los derechos fundamentales de las personas, y es nota distintiva de la democracia constitucional.
El ciudadano es depositario del poder y de la legitimidad. Para que la democracia sea una forma de vida, y un sistema político representativo y eficaz, se precisa que los ciudadanos sean “electores informados” y agentes políticos libres. Solo la información y la opinión independientes dotan de contenidos efectivos a la capacidad de elegir.
2.- El gobierno de la “opinión pública”.- La democracia es gobierno de “opinión pública” y ésta se forma, fortalece y sobrevive si el flujo de datos y criterios sobre temas de interés general, su comprensión y los debates que se suscitan en su torno, provienen de fuentes objetivas, independientes de la ideología y del poder del gobierno y protegidas por mecanismos institucionales neutros, diseñados en la Constitución y en la ley. Giovanni Sartori decía que “la opinión debe ser libre, es decir, formada libremente. Elecciones libres con opiniones impuestas, no libres, no conducen a nada. Un pueblo soberano que no tiene propiamente nada que decir, sin opiniones propias, es un soberano vacío…”
El Tribunal Constitucional español desarrolló la tesis de que “(…) el valor o bien jurídico protegido por la libertad de expresión e información es la existencia de una opinión pública, la cual es, a su vez, condición necesaria para el correcto funcionamiento de la democracia…De aquí que la libertad de expresión e información no sea solo un derecho de libertad –esto es, la facultad de exigir la no interferencia de los demás- sino que posea una importante dimensión institucional. Con ello se quiere poner de relieve cómo, incluso cuando no hay nadie individualmente afectado, la existencia efectiva de expresión e información libres es objetivamente valiosa para el conjunto de la sociedad”
3.- La necesidad de que el pueblo “sepa”.-La democracia se funda en el voto, de allí la importancia de que el pueblo “sepa” objetivamente lo que ocurre y conozca la verdad de lo que el gobierno y la oposición dicen. Esto solo se alcanza con medios de comunicación libres y con información alternativa y opiniones discrepantes, que contribuyan a formar “conciencia electoral”. Solo entonces, los votantes tienen vertientes de datos y conceptos que les permiten formarse visiones autónomas sobre las ideologías o las propuestas de los candidatos, o sobre las actuaciones de las autoridades. Esto es aún más importante en las llamadas “democracias plebiscitarias” extendidas en América Latina, y cuyos “éxitos” electorales derivan de la falta de información y de los efectos de la propaganda y del discurso sobre temas complejos que se someten a la decisión de la gente, apostando únicamente a la emotividad, a la función del carisma, o a los efectos de la demagogia. De allí la dimensión democrática y la utilidad social y política de la libertad de pensamiento, de expresión e información. Y de allí también el afán de controlar a los medios de comunicación, de condicionar sus derechos y penalizar a los periodistas, porque, medios y agentes de información y opinión constituyen importantes alternativas en el proceso de formación de opinión pública autónoma.
4.- Libertad de opinión y el “poder en público”.- Desde la invención de la república, el ejercicio del poder legítimo está vinculado con la transparencia y el develamiento de los actos del poder. Norberto Bobbio, el filósofo y jurista italiano, decía que: “La democracia es el intento de que el poder sea visible para todos; es, o debería ser, “poder en público”, aquella forma de gobierno en que la esfera del poder invisible se reduce el mínimo.” Esto solo es posible si existe una opinión pública libre y responsable.
La democracia sin opinión pública libre es una ficción. Hannah Arendt, en su clásico “Los Orígenes del Totalitarismo”, escribió que “La única regla de la que uno puede estar seguro en un Estado totalitario es que, cuando más visibles son los organismos del Gobierno, menor es su poder, y que cuanto menos se conoce una institución, más poderosa resultará ser finalmente.”
5.- Libertad de prensa como antecedente de la República moderna.- La Declaración de los Derechos Humanos de 1789, antecedente de no pocas constituciones de América, señaló: “Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, a condición de que su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley”. Y marcó la tradición en este tema con un texto sintético y completo: “La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, a trueque de responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley”. Los norteamericanos consignaron en la Declaración de Virginia de 1776, que “La libertad de imprenta es uno de los grandes baluartes de la libertad y no puede ser restringida sino por gobiernos despóticos”
La libertad expresión tiene una doble faceta, de la que deriva su importancia: (i) es un derecho subjetivo fundamental, y, es, además, (ii) condición esencial para la formación de opinión pública que es el sustento real de la democracia representativa.