En 1900 la expectativa de vida era mucho menor. Las condiciones de vida, la medicina y el conocimiento han influido en que hoy sea entre 75 a 85 años dependiendo del país.
La creciente conciencia de hábitos saludables, sistemas de prevención de enfermedades, y acelerados avances tecnológicos, harán que el envejecimiento se pueda modificar actuando sobre las neuronas, los desequilibrios de las proteínas y las células, especialmente en las mitocondrias, que juegan un papel fundamental en el proceso. Estas son parte de las células y se encargan de entregar la energía necesaria, pudiendo ser responsables de enfermedades como cáncer o esclerosis, entre otras, cuando funcionan mal.
Con el tiempo, será posible detectar oportunamente falencias, y parar, o incluso revertirlas. Así, es muy probable que en el 2050 la expectativa de vida sea de 100 años, y hacia final del siglo sobre 120 años.
Esto parece una muy buena noticia, pero lleva implícito serios y complejos desafíos.
En América Latina, más de la mitad de los adultos mayores no reciben pensión, y para la mayoría de quienes la reciben es insuficiente. A partir de los 60 años es casi imposible conseguir trabajo. Hoy el 7,5% de los trabajadores tienen más de 60 años pero en el año 2050 serán el doble. La población mayor de 60 es 15% y en el 2050 será casi el 30%.
Normalmente la vida debe ser austera en los mayores, siendo la soledad, dependencia por enfermedades crónicas, y la marginación, lo que más afecta a su calidad de vida.
En Chile, los adultos mayores son el grupo etario que más suicidios tiene con una tasa de 14 casos por cada 100.000 habitantes, la mayor del continente, y en este número los mayores de 80 años predominan. El mayor miedo para ellos no es la muerte, sino perder la identidad, ser invisibles, no ser escuchados o perder su dignidad. “No es país para viejos”, le dijo Jorge a Elsa, octogenarios con enfermedades terminales que se suicidaron el día anterior a internarse en un asilo, contó un diario días atrás.
Gobiernos y sociedad civil deben enfrentar con determinación lo que requiere un desarrollo inclusivo sustentable: Flexibilizar los sistemas previsionales, apuntalar los sistemas de prestación de salud y crear un entorno para la integración social. Aumentar la edad de retiro, mejorar los sistemas de ahorros. Frente a costos médicos crecientes y la atención a adultos mayores también, enfatizar la prevención y coberturas más amplias. Las ciudades deben adaptarse apoyadas por la sociedad civil logrando mayores espacios públicos, mejor transporte, actividades productivas y entretenimiento. Es inevitable tener sociedades con más adultos mayores, No hay mucho tiempo para ir adaptando nuestros países y que un futuro Jorge, que podrías ser tú, pueda decir: este es un país para viejos.