El terrorismo, de origen histórico remoto, constituye uno de los fenómenos más preocupantes de la sociedad contemporánea y se caracteriza por el uso irracional e indiscriminado de la violencia para alcanzar sus propósitos mediante la provocación del miedo y la inseguridad.
La virulencia atroz de sus métodos y prácticas entraña una apología de la barbarie, un retroceso en el ámbito de la convivencia civilizada. Es tan compleja la caracterización de este ilícito que en el campo doctrinario no se ha logrado precisar todavía una definición jurídica de alcance universal.
En efecto, la Organización de las Naciones Unidas, que tiene en su agenda este problema, como culminación de sus deliberaciones se limitó a aprobar unas convenciones que contemplan sanciones en casos de acciones terroristas ejecutadas en espacios terrestres, marítimos y aéreos.
En términos globales diríamos que los atentados terroristas de nuestra época proceden de grupos fanáticos originarios del Medio Oriente y se iniciaron con los luctuosos episodios del 11 de Septiembre del 2001, en Nueva York. Este momento la atención general se concentra en las actividades criminales del autodenominado Estado Islámico (ISIS), que tiene su teatro de operaciones en territorios de Iraq y Siria, desde donde activa sus tentáculos siniestros contra las potencias occidentales y su propia región geográfica.
De las erráticas manifestaciones de los dirigentes del ISIS se colige que esta agrupación terrorista se propone instaurar su propio califato e imponer la versión extrema de la sharia en cada lugar controlado. Como se sabe, la sharia es la ley islámica que se considera como la palabra revelada por Dios y no un cuerpo legal desarrollado por los hombres; constituye en definitiva un código de conducta que guía los pasos de quienes practican el islamismo.
Por lo que atañe al califato, entraña la evocación de un pretérito esplendor, de la impronta que marcó la civilización árabe hace varios siglos.
Dejando de lado las confrontaciones históricas del islamismo con occidente, cuya mención excede los estrechos límites de este breve comentario, podríamos afirmar que la causa de las acometidas demenciales contra pueblos europeos se originaría en el colonialismo creado por la Sociedad de las Naciones en el Medio Oriente, a raíz de la primera guerra mundial.
En efecto, los “mandatos” instalados en Irak, Siria, Jordania, Líbano, Palestina, en favor de países como Inglaterra y Francia, sembraron un sentimiento de repulsa contra tales potencias.
Este momento ISIS es una amenaza potencial en el mundo. Los reiterados bombardeos occidentales tratan de disuadirlo de sus empeños letales, pero sin resultados concretos, pues más bien favorecen el reclutamiento de sus agentes entre el islam europeo y proliferan los atentados terroristas. Hay que hacer votos por la apertura de cauces a la racionalidad.