¿Existe la felicidad? ¿Es la juventud el territorio de la felicidad? ¿Son felices quienes han acumulado experiencias y ya no son jóvenes? Bernard Shaw grabó este apotegma: “La juventud es un tesoro que no deberíamos dejar en manos de adolescentes”, y Oscar Wilde deslizó: “¿La felicidad? No, nada de felicidad. El placer, ante todo. Hay que preferir siempre lo más trágico”. Los dos, dueños de un ingenio cáustico devenido en sabiduría.
Saber cómo lograr felicidad es una de las cuestiones que se consideró filosofía menor en tiempos pasados, distante de los vuelos metafísicos, propios de los “grandes pensadores”. Pascal, que es uno de ellos, sentenció: “Todos los hombres buscan ser felices; por diferentes que sean los medios que empleen, todos tienden a ese fin… La voluntad no da jamás el menor paso sino hacia ese objeto. Es el motivo de todas las acciones de todos los hombres, hasta de los que van a ahorcarse”.
¿Qué es la “felicidad hipermoderna”?
El placer es gozo momentáneo. La felicidad, fase duradera. El placer es un rayo que embelesa un instante, la felicidad deriva de la razón y origina calma, dilatándose en el tiempo. El placer radica en el momento y la felicidad sería un continuum (que se extiende en el tiempo). Adolescencia y juventud son ciclos en los cuales dilapidamos el tiempo, poco o nada se piensa en la muerte; se consumen extremos y excesos. “Mas si del tiempo que perdí me ofendo/ tal prisa me daré, que una hora amando/ venza los años que pasé fingiendo”, Lope de Vega. ¿Fingir y fingirnos es propio de la juventud? Es posible.
¿Son conscientes los jóvenes de que lo son? ¿Aquella convicción les prodiga felicidad? ¿Qué es la inmadurez? La más cautivadora señal de la juventud; el inconsciente llamado de la perfección, de la esencia de lo bello que, por serlo, nunca podrá permanecer. Cuando Oscar Wilde dijo que “nada envejece tanto como la felicidad”, se refería a la consumación de los placeres que incendian y queman. Excesos. Ansias de llegar a las entrañas del placer, a sus abismos. En la otra orilla: Demócrito fijó el alejamiento de dichos excesos, el apartamiento del mundo: “Felicidad es bienestar, armonía, simetría y ataraxia”.
La humanidad vivió la modernidad (la razón sobre la religión, propia del Renacimiento, siglos XVI, XVII y XVIII) y la posmodernidad que se cimienta en un entramado de corrientes filosóficas, culturales, literarias, artísticas… que surgió en la segunda mitad del siglo XX. Alexis de Tocqueville pretendió escudriñar el nuevo horizonte que fundó el liberalismo y la democracia. En nuestro tiempo Gilles Lipovetsky es quien, desde la hipermodernidad, pretende vislumbrar el futuro después de la posmodernidad.
¿Hasta cuándo tuvieron vigencia las reflexiones propuestas o aún tienen validez? ¿Qué es ahora la felicidad? ¿Qué es la “felicidad hipermoderna” planteada por Lipovetsky, el gurú de nuestro siglo? Vuelta al humanismo, si los seres humanos no queremos regresar a las tinieblas de antaño: guerras mundiales, fascismos, nacionalsocialismos, estalinismos, racismos, xenofobias delirantes… La mundialización ha sido perversa, sustenta el filósofo. Fin de las utopías y comienzo de un tiempo oscilante entre la frivolidad y la vacuidad.
La hipermodernidad feliz supone el consumismo a la máxima potencia como el único hábitat del ser. Millones de humanos cierran sus sentidos mientras galopan en su nublada memoria por paraísos terrenales, mansiones de reyezuelos, vehículos con acabados de oro, comidas dionisíacas, vestimenta exclusiva, felicidad enlatada…
Narcisismo. Culto a la hiperindividualidad. El pasado ha sido abolido y el futuro no interesa. Ludismo del amor y de la eroticidad. Éxtasis en todos los ámbitos. Competencia despiadada que origina venganza. Rivalismo desenfrenado. Resentimiento y furia contra los “excesos de felicidad” de quienes, se supone, pertenecen a la mitad de la humanidad, los pobres y los miserables…
¿Felicidad sinónimo de la disolución del humano frente al mercado? ¿Felicidad de los humanos arrebañados en regímenes donde se reparte pobreza y miseria, y se diviniza a quienes ofrecen la felicidad en otros planetas o a saqueadores de sus pueblos?
¿Felicidad es recordar a alguien o algo? ¿O pensar en alguien o algo que creemos nos va a brindar felicidad? El instante en que pensamos en la felicidad se nos va de las manos, dejándonos las cenizas de las mariposas cuando mueren.
“Por felicidad no alcanzo a entender nada que dure más de un segundo, puede que de dos a tres como máximo”, sentencia Heinrich Böll. Y Louis Aragon: “Quien pregunta qué es la felicidad, tiene los ojos tristes”.