Exiliados y bastardos

Octavio Paz decía que a los latinoamericanos nos singulariza aquello de buscar el país propio en el ajeno. Una paradoja que se complementa con esta otra: la del migrante que al partir a tierras lejanas en busca de un destino, encuentra en el país extraño la patria que atrás dejó un día.

En 1767, por mandato de Carlos III los jesuitas fueron expulsados de España y sus colonias. De la Audiencia de Quito salieron al destierro y rumbo a Italia 77 miembros de la orden, todos ellos criollos, nativos del país. Entre ellos estaba Juan de Velasco quien escribió en el exilio su célebre “Historia del Reino de Quito”.

Velasco encarnó al criollo quiteño descendiente de peninsulares, aquel que ostentaba una ascendencia europea y para quien su patria no era otra que la España de sus padres. No obstante, cuando este quiteño pretendió en Italia pasar por español encontró el desdén que el europeo siempre tuvo por el americano. Solo entonces, el criollo se dio cuenta que su patria ya no era España, país que lo había negado, sino América, la añorada tierra nativa y por la cual, pocos años después, luchará en busca de su independencia. Había surgido el “hispano de América” y con él, la Conciencia de la identidad del americano.

En 1904, en el seno de una familia de terratenientes, nació en Quito Alfredo Gangotena. A un Joven aristocrático como él, este atrasado país andino no le ofrecía ningún futuro. Viajó a París, allí se inscribió en una Escuela de Minas.

Sin embargo, lo que le atrajo en la Ciudad luz fue la revelación del vanguardismo: Max Jacob, Supervielle. Adopta el francés como lengua para expresarse poéticamente. Sin olvidar que parte de la obra literaria de Gangotena fue escrita en castellano, hay quienes nos preguntamos qué motivos tuvo este poeta para repudiar su lengua nativa y expresarse en otra que no era suya. ¿No es este un caso de bastardía cultural, de reniego de sus raíces? ¿Los franceses, acaso, lo consideran suyo por haber escrito en su idioma? Creo que no. Los ecuatorianos lo sabemos nuestro porque Ecuador es su patria ¡aunque tengamos que traducirlo al castellano para leerlo! Extranjero en su país, este “acróbata” de las geodesias y los meridianos mira su tierra “con ojos de odio”, la repudia y grita: “Yo te aborrezco así: solemnemente”.

Gangotena es uno de los últimos epígonos de un colonialismo cultural que se arrastra desde la Colonia. Su actitud ilustra la condición del desarraigado, aquel que obnubilado ante las grandezas ajenas reniega de las certezas que su propia cultura le brinda. Este repudio de lo nativo y esta entusiasta devoción por lo extraño subsisten en arraigadas actitudes de la clase pudiente de este país que bien podrían explicarse como manifestaciones de un complejo de bastardía que aún persiste en el seno de un rechazado mestizaje.

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