Evangelii Gaudium, traducido a nuestro idioma “La alegría del Evangelio”. El papa Francisco ha titulado así a su primera exhortación apostólica, publicada hace unos días por el Vaticano.
Una exhortación apostólica es parte del magisterio de la Iglesia que, con la Sagrada Escritura y la sagrada tradición, son las tres fuentes esenciales de la doctrina católica; las exhortaciones apostólicas, generalmente, se las promulga después de la reunión de un Sínodo de Obispos o por otras razones y está dirigida a todos los fieles católicos entre los que, con inmensa mayoría, estamos los seglares; los asuntos que allí se abordan penetran hondo y dan luces a temas actuales, de gran sensibilidad, que son analizados con cimiento profundo en las enseñanzas de Jesucristo, maestro y timonel de la Iglesia.
Cuánto mal se pretende al intentar dividirnos entre “católicos practicantes” y “no practicantes”; precisamente, en eso, se ha incentivado un cómodo relativismo -contra el que fustigan implacables Francisco y su emérito antecesor Benedicto XVI-; o somos católicos o no lo somos, no hay medias tintas ni matices grises, las tres fuentes de las que hablamos antes son accesibles a todos y deberíamos revisarlas con diligencia, a fin de fundamentar nuestra fe en una legítima doctrina y no en subjetividades que adecúan una religión “propia”, complaciente con la poltronería y marasmo de cada persona .
Francisco, con su peculiar estilo, como cada Papa a su tiempo, enérgico, sin ambages, directo, llega con un mensaje oportuno y esclarecedor, desplegando en cinco capítulos “La alegría del Evangelio”, nos marca ruta, coloca firme las banderolas por donde deberíamos avanzar en aras a lograr un mundo más justo, equitativo y libre, a través de un cometido apostólico y evangelizador, misión desafiante a la que nos exhorta el sumo Pontífice.
A religiosos y seglares nos impulsa a “recuperar la frescura original del Evangelio” y a vencer “la mundanidad espiritual” que consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana”. Una de sus reflexiones más acérrimas es contra el sistema económico actual, que esclaviza al mundo, menospreciando a las personas frente a los protervos afanes de arranchar riqueza sin que importe el cómo; lo califica como “injusto en su raíz”, “esa economía mata”, donde predomina “la ley del más fuerte”; se refiere a que vivimos en una “nueva tiranía invisible, a veces virtual”, en un “mercado divinizado” donde imperan la “especulación financiera”, “una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta”.
No es coincidencia que la Navidad esté próxima. Cuántas cosas por salvar, cuántas cosas por “sacrificar”. Esforcémonos por compartir -en familia- esta fiesta cristiana, con paz, sin aturdimiento, a la luz de la exhortación de Francisco que hemos recibido como un regalo anticipado.