La Asamblea Nacional aprobó la semana pasada la Ley de Educación Superior. Para ello la mayoría de asambleístas alineados con el Gobierno hizo gala de una revolucionaria trampa, que me llevó a la conclusión que para el Ejecutivo y el Legislativo, entre excusa y escusado no hay diferencia. Excusa, según el Diccionario de la Lengua Española es “motivo o pretexto que invoca para eludir una obligación o disculpar una omisión”. Escusado, por su parte, es definido como retrete.
El último párrafo del artículo 112 de la Ley Orgánica de la Función Legislativa, aprobada por los actuales legisladores, ordena que si alguno de los asambleístas principales elegidos por los ecuatorianos residentes en el exterior “se excusaren o estuvieren impedidos de acudir por cualquier circunstancia, la Secretaría General de la Asamblea Nacional convocará a quien lo reemplace’”. Para la discusión de la Ley de Educación Superior, los asambleístas liderados por un regular arquitecto y peor Presidente de la Función Legislativa, violaron esta disposición legal, ya que el Secretario de la Asamblea ante la ausencia del asambleísta elegido por nuestros coterráneos domiciliados fuera del país, “principalizó” al segundo suplente, sin que el titular haya presentado su excusa, como tampoco se excusó el primer suplente.
Aunque parezca trabalenguas y sea increíble, en el supuesto de que el asambleísta titular hubiera presentado su excusa, cosa que jamás ocurrió, la persona a la que le correspondía asumir la curul no fue tomada en cuenta. El Secretario designó al segundo en línea de “sucesión”, obviamente perteneciente a las huestes del Gobierno. Esta ilegalidad fue cometida por el Presidente y el Secretario de la Función Legislativa.
La actuación del segundo suplente, de acuerdo con el Código Penal ecuatoriano, se encontraría tipificada como delito, el de usurpación de funciones, ya que no podía intervenir si el principal y el suplente número uno no presentaron sus excusas. El Presidente y el Secretario de la Asamblea Nacional serían cómplices de esta acción.
Lo ocurrido en la Asamblea es impresentable. Si nadie se excusó, tampoco nadie pudo ser excusado. Y menos designar un reemplazo, saltándose el orden de prelación de los alternos. El resultado de lo hecho por el Presidente y el Secretario de la Asamblea, esto es, la Ley de Educación Superior, debe ser lanzado al escusado. Se ofrecen prebendas con tal de conseguir un trofeo para el patrón. Las promesas afloran para comprar conciencias de gente cuyo principal mérito es ser esbirro.
Sólo resta recitar el verso de Manrique, quien escribió “’ contemplando como se pasa la vida, como se viene la muerte, tan callando. Cuan presto se va el placer, como después de acordado da dolor. Como a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”.