Juan Pablo Pérez Alfonzo, venezolano padre de la OPEP, bautizó así al petróleo en los setenta. En 1971, cuando ministro, Pérez Alfonso recomendó al presidente Caldera pagar la deuda pública e invertir en el exterior los excedentes de ingresos petroleros, en lugar de gastarlos.
En 1974 el precio del petróleo subió descomunalmente: bonanza sin precedentes. El sucesor de Caldera, Carlos Andrés Pérez, se gastó la plata y se apalancó en los ingresos petroleros para endeudarse. Cuando la Federal Reserve de EE.UU. indujo una recesión para frenar la inflación, subió la tasa de interés y cayó el precio del crudo. Quebró Venezuela. También México y Ecuador, exportador de desde 1972. Mejor hubiera estado Venezuela sin petróleo, concluyó Pérez Alfonzo.
Para aquel entonces, la reputada revista The Economist observó que la industria holandesa perdía competitividad frente a sus similares europeas. Se debía a que Holanda tenía fuertes ingresos de sus exportaciones de gas natural, que también subió de precio. Los altos ingresos fortalecían el guilder (entonces la moneda holandesa) y de ahí la pérdida de competitividad. The Economist bautizó este síndrome como enfermedad holandesa.
La historia se repitió. A partir de 2006 y hasta 2014 se dio una segunda gran bonanza de precios del petróleo. Tanto Venezuela como Ecuador incurrimos en el mal manejo e incluso lo hicimos peor: Venezuela es un estado fallido, cuatro millones de venezolanos huyen del caos y miseria, el Ecuador se sobre endeudó, malgastó el dinero, y sufre de aguda enfermedad holandesa. Tomará varios años recuperarnos.
¿Hubiéramos estado mejor sin petróleo? Opino que no. Sin petróleo, Ecuador sería un país mucho más atrasado que sus vecinos. Habría más pobreza. Más ecuatorianos tendrían que emigrar en búsqueda de oportunidades. Manejamos mal los recursos, pero algo aprovechamos.
¿No se convence, amigo lector? Supongamos que le comunican que una tía abuela que ud. no conocía, falleció sin descendencia y le dejó una herencia considerable. Ud. sopesa cómo cambiaría su vida, concluye que sus hijos en lugar de estudiar y trabajar, se darían la gran vida, buenos para nada excepto la farra. Y rechaza la herencia. ¿Procedería ud. así?
Pero también ud. podría confiar en que sabría criar a su familia, que el dinero permitiría el pago de estudios en el exterior, cubrir enfermedades, y escoger el trabajo que más le gusta y no necesariamente el que más paga.
Al Ecuador las grandes mineras del mundo le ofrecen abundantes ingresos fiscales con el desarrollo de los recursos mineros recientemente descubiertos. Mal usados, sería una nueva crisis económica. Bien usados, los recursos facilitarán el ajuste al que estamos abocados, invertir para las necesidades básicas de la población. ¿Los vamos a rechazar?