En un pequeño terruño poblado, con gente buena en la costa, en la sierra, en el oriente y en el territorio insular, se presentaban excepcionalmente crímenes y robos que provocaban inmenso asombro y temor. Las fiestas, por la conmemoración de fundaciones, celebraciones patrias o costumbristas y por la Navidad y el año nuevo, abrían espacios de placer en la vida pacífica y alegre de las localidades. La amabilidad, la solidaridad y el respeto al vecino, al compañero y al amigo, predominaban en las vivencias diarias de niños, jóvenes y adultos. No faltaban las bromas en cada lugar; en Quito eran los chullas quiteños los ingeniosos humoristas que aprovechaban toda ocasión propicia para burlarse, con sutil picardía, de personajes y momentos destacados. Los amantes del deporte asistían los domingos a los encuentros de fútbol, los sábados al básquet, lucha libre o boxeo, en las mañanas, tardes o noches, sin ningún recelo, porque las ciudades y el país eran lugares de paz y seguridad. En la capital se instituyó la fiesta por el día de Quito, con una serie de actividades recreativas que se iniciaban con la elección de la Reina de la Ciudad y con la realización de la Feria de Quito, en la que participaban los mejores toreros nacionales y extranjeros, que daban tanta fama al evento, que atraía a una gran cantidad de turistas, que sumaban su entusiasmo al frenesí de los quiteños.
El respeto a las mujeres, a los profesores, a los ancianos; el saludo y la respuesta amable eran normas comunes de convivencia armónica. Los parlamentos (congresos) se integraban con diputados y senadores poseedores, en su gran mayoría, de valores morales, culturales e intelectuales muy meritorios; sus intervenciones en las diferentes sesiones constituían verdaderas piezas de oratoria emitidas, sin ningún respaldo escrito, y las diferencias políticas se las exponía frontal y claramente, pero con lenguaje correcto y propio de la respetabilidad que impone el Palacio Legislativo.
Con el transcurso del tiempo y con el advenimiento de políticos ambiciosos y desesperados por alcanzar dignidades, dieron inicio a la absurda modalidad de escoger a personajes conocidos, por ser buenos deportistas o destacados cantantes o artistas, carentes de la preparación indispensable, para ser proyectados como legisladores; sin embargo, lo fueron. Esta barbaridad ha llegado a su clímax cuando un conocido partido político se ha convertido en el vínculo para que formen parte de su bloque de legisladores individuos relacionados con grupos mafiosos o que tienen glosas y deudas con la justicia y cuyas expresiones, con lenguaje vulgar, van complementadas con gestos y señas soeces.
Este mismo grupo político se empeñó en desarraigar costumbres que, siendo tradicionales, unificaban a todos los ciudadanos y cambió la letra del Himno a Quito, prohibió la colocación del pesebre del Panecillo, suspendió las corridas de toros, trató de cancelar la elección de reina de la ciudad y hoy está empeñado en cambiar el escudo de Quito y reemplazarlo por otro realmente feo, que lo presentan como nuevo símbolo municipal.
La inseguridad generada por el crimen internacional y por la narco política, ha implantado el terror en la población y el mal ejemplo de los gobernantes corruptos que iniciaron su gestión con economías personales limitadas y que la culminaron transformados en nuevos magnates, es captado por la niñez y la juventud que admira a estos políticos “exitosos“ que se enriquecieron de la noche a la mañana y tratan de emularlos enrolándose en las bandas nacionales e internacionales, para recibir réditos económicos importantes, en el menor tiempo posible, por cumplir las acciones ilícitas, ordenadas por los cabecillas. La convivencia en paz y con respeto ha culminado, con esta triste realidad.
Urge reformar a esta niñez y juventud, recuperándolas con una atención integral que incluya una buena educación, protección en salud y fuentes de trabajo juvenil.
Por el futuro de nuestra patria, hagamos conciencia en la colectividad que el regreso del grupo más corrupto en nuestra historia, al poder, la sumiría en el peor descrédito y en la tragedia que, como espejo, nos refleja a Cuba, Venezuela y Nicaragua. No ha existido otro gobierno que tenga tantos ministros y funcionarios presos y prófugos como el de la década robolucionaria, impidamos su retorno.