La alerta roja se ha encendido en Europa. La posibilidad de que la crisis griega se extienda a otros países de la Eurozona no ha sido descartada.
En realidad, la grave situación que afecta actualmente a Grecia no solo ha puesto en apuros a sus autoridades sino que ha evidenciado una realidad no reconocida: el Euro está débil y Europa no termina de convalecer.
Si hasta hace poco se creía que los estragos de la burbuja inmobiliaria de 2008 habían quedado atrás y que la estabilidad había vuelto, lo acontecido en días pasados confirma lo contrario.
El Euro, en primer lugar, ha perdido valor frente a otras monedas. En segundo lugar, los índices de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de varios países -incluso de las economías más fuertes- arrojaron, en su mayoría, saldos negativos en 2009: -5% para Alemania, -4,9 % para Italia, -2,2% para Francia. Es un promedio negativo del -4 % para los países de la Zona Euro.
Esto se agrava con el excesivo endeudamiento y desbordado gasto fiscal que, como en el caso de Grecia, excedió al 12,7 % con respecto del PIB. En lugar de mantener presupuestos y niveles de endeudamiento moderados, se llevó al país a una situación de déficit fiscal.
Como si fuera poco, el efecto dominó aparece como una amenaza latente sobre las economías de España y Portugal. Estas, al igual que Grecia, mantienen déficits abultados, pero también han perdido competitividad por el aumento de los salarios, su productividad ha desmejorado, los balances comerciales dejan mucho que desear, etc.
Lo grave de mantener grandes déficits es que, al tener como obligación y alternativa el reducir los gastos, esto repercute negativamente en términos de contracción económica. Si los niveles de crecimiento económico en Europa ya han sido negativos, estos tenderán a agudizarse. Por ello, fallan en el análisis quienes dicen que Grecia, España y Portugal representan solamente el 18 % del PIB de la zona euro y que su posible salida no representaría mucho. Talvez no afecte en términos de estabilidad monetaria pero sí económica.
Cuando hay una amenaza de desaceleración económica -como ha ocurrido en Europa- se contrarresta con la reducción de las tasas de interés y con el aumento del déficit del sector público. En consecuencia, el problema no es la existencia de déficits. El asunto es: déficits que no deberían exceder del 3% del PIB, el endeudamiento debería ser mesurado, las tasas tendrían que bajar y mantener un euro bajo que posibilite exportaciones competitivas.
Si no se actúa con prudencia pero con prontitud lo que ahora es un caso aislado será un problema mayor. Grecia ha evidenciado una de las caras de la crisis europea.