Aunque con el Régimen nunca se sabe, parece que atravesamos una época de privilegio de lo práctico sobre lo ideológico. Al menos por el momento da la impresión de que el Régimen, conseguido parcialmente su objetivo de copar todos los poderes y de apuntalar su monopolio político y económico, podría alejarse transitoriamente de sus condicionamientos y prejuicios ideológicos y apostar sus fichas a una gestión que busque resultados medibles y precisos.
La situación del Gobierno puede compararse con la de un equipo de fútbol que, adelante por un marcador cómodo, busca cuidar el marcador pero que no descarta meter un par de goles más. Así, cuando por su tiempo de ejercicio la gestión oficialista podría compararse con la de un gobierno normal (alrededor de cuatro años), las autoridades no han tenido molestia o impedimento en mandar a la fuerza pública a impedir las protestas de los mineros en el sur del país. Mediante el uso de la fuerza, si fuera necesario, el Régimen se preocupa de mandar un mensaje claro y contundente: no se permitirá paros, huelgas o manifestaciones que pudieran cuestionar a la autoridad o poner en duda sus planes. No habrá desórdenes ni discrepancias. Con esta misma lógica va a ser interesante comprobar si, ante el anuncio de protestas de jubilados, profesores y educadores públicos organizadas para la semana que viene, el Régimen se anima a sacar brillo a los toletes y a desempolvar las bombas lacrimógenas. En este punto es irónico que el Gobierno recién inaugurado en 2007 se valió de estos mismos protestantes y huelguistas para destituir a la oposición política en el entonces llamado Congreso Nacional. Ah, cómo cambian los tiempos y cómo varían los aliados coyunturales según las necesidades.
Fíjense también que ante la lúgubre estabilidad de la economía -un banquero no corrupto me contó el otro día que otorga miles de créditos para compras de autos de lujo y ninguno para montar fábricas- el Gobierno empieza a hablar de inversión y de productividad, al menos dientes para afuera. Estas ideas habrían sido inconcebibles hace tres años y pico, cuando en Montecristi se apuraba una Constitución al parecer escrita a ocho manos y ocho chafos por Yoko Ono, el Che Guevara, Timothy Leary y García Moreno.
A todo lo anterior hay que añadir la visita del Ministro de Defensa al Pentágono, impensable hace apenas pocos meses (para muchos Estados Unidos sigue siendo el imperio del mal), y la por lo menos aparente reducción de los devaneos amatorios con los díscolos regímenes de Venezuela y sobre todo de Irán.
Veamos cuánto dura la época práctica. Ustedes dirán.