Ayer, en Bayona, ciudad del País Vasco francés, próxima a San Sebastián, frontera con España, la banda terrorista entregó lo que se supone es su último contingente de armamento: 120 armas y 3 toneladas de explosivos. Aunque integrantes de ETA han dicho que no descartan que existan otros materiales.
Cerca de allí en la estación Amara de San Sebastián (Donostia) el grupo criminal cobró su primera víctima mortal: la niña de 22 meses Begoña Urroz murió por el estallido de una bomba colocada el 27 de junio de 1960. La organización armada ETA, Euskadi Ta Askatasuna, en idioma euskera, que se traduce como País Vasco y libertad, fue fundada en 1958.
Se basaba en los afanes independentistas de buena parte de los habitantes de lo que antes llamaban las provincias vascongadas. Es necio decir que no todos los vascos que quieren la independencia y hasta la conformación de un Estado separado del Reino de España, rechazan la violencia y la muerte.
ETA carga con la responsabilidad de 800 muertos, actos terroristas, secuestros y extorsiones con las que logró millonarias sumas que les permitió su vida clandestina.
La violencia brutal contra el estado español y la gente inocente que cayó víctima de sus crímenes no se puede comparar ni de lejos con la estela de muerte que ha dejado, por ejemplo, la guerrilla en Colombia.
Francisco Franco persiguió a los terroristas y esa convicción continuó en los gobiernos democráticos. La guerra sucia con torturas, desapariciones y muertes de activistas y presuntos terroristas con el ilegal Grupo Antiterrorista de Liberación GAL se llevó tras las rejas al ministro del Interior José Barrionuevo y otros funcionarios. Jamás se pudo probar, aunque se sospechó, que Felipe González estuvo al tanto de las tareas clandestinas. ETA persigue la unificación de sus presos en España y Francia que purgan condenas. En 2011 abandonó las armas.
Ojalá que el acto de ayer sea el epílogo de una historia sangrienta.