Esta sentencia vale la pena aplicarla

Un campesino de Otavalo cumple a rajatabla una inusual sentencia por su imprudencia al quemar los rastrojos de su chacra cerca de los páramos de Cusín, en Imbabura.

Desde septiembre del 2015 vela porque ese bosque esté a salvo de los incendios forestales. Esa sentencia fue impuesta por la justicia indígena al haber provocado accidentalmente la destrucción de 2 500 hectáreas de páramos. Cuando él quemaba los desperdicios, un viento huracanado propagó las llamas hacia la vegetación de Cusín.

Tras esa desgracia, Luis Gonza recorre cada semana los páramos, sembró 5 000 plantas nativas para reparar el daño y rinde cuentas a la comunidad y la Fiscalía de Pichincha. Ambas vigilan que esa sentencia se cumpla cada día.

Es el primer caso de una sentencia de este tipo que se dicta el país para castigar a los responsables de los incendios forestales. No hubo cárcel ni trabajos forzados.

Desde que Gonza se hizo cargo de Cusín, esa zona se ha recuperado de los daños y ha permanecido a salvo del fuego. Es decir, que esta especie de ‘castigo’ ha dado resultados.

Si es así, este es un buen ejemplo para replicar en otras partes del país, especialmente en las provincias andinas, donde se ha presentado la mayoría de incendios. Según las investigaciones de las autoridades, una buena parte de los siniestros se ha producido por la quema de rastrojos en las parcelas por parte de los campesinos. Un informe de la Secretaría de Gestión de Riesgos detalla que desde el 2002 se quemaron 100 000 hectáreas.

Recientemente, ese mismo organismo presentó la campaña nacional ‘Algo nuestro se quema’, para prevenir los incendios, pero también advierte que los culpables de provocarlos serán sancionados hasta con prisión.

En el caso de las quemas imprudentes bien vale tener en cuenta la experiencia que se vive en Otavalo. Serán los propios campesinos quienes se encarguen de reparar los daños y de cuidar los bosques como si fueran de su propiedad.

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