Estalla el polvorín

La Liga Árabe está integrada por 55 países de muy diversa importancia: desde Arabia Saudita el primer productor y exportador de petróleo y varios de los más considerables vendedores de hidrocarburos, hasta otros de pequeñísimo territorio y escasa significación política y económica, ubicados en la candente encrucijada del Medio Oriente, en África y hasta en Asia.

Pero de pronto se ha encendido desde Túnez un reguero de pólvora al cabo del cual el Planeta ya no será igual que la víspera. Para la mente occidental resultan difíciles algunas nociones prácticas de los pueblos árabes, nunca se exagerará la trascendencia que tiene allí el Corán. Se trata del libro sagrado de la religión predicada por Mahoma durante el siglo VII de nuestra Era. También los 114 capítulos en que está dividido, incluyen artículos de fe, mandatos rituales, preceptos morales, ideas económicas, sentencias jurídicas, tesis políticas, etc.

Las últimas, que ahora son las que más interesan para el fenómeno presente, están muy alejadas de una orientación ‘democrática’, más bien originan una suerte de ‘absolutismo teocrático’, al suponer que la legitimidad de los gobiernos proviene de la voluntad de Dios. Pero de súbito las agencias de noticias informan sobre una ‘reacción en cadena’ o un ‘efecto dominó’ como se la ha llamado, de los pueblos, particularmente de sus estratos más jóvenes, cansados de administraciones que notoriamente han durado excesivos años.

El Gobierno tunecino fue derribado, y días más tarde los incidentes y choques han dejado el saldo penoso de abundantes víctimas. Ese es el suceso de Yemen, localizado al sur la península arábiga; también de Egipto, el más poblado de los integrantes del bloque; Jordania, donde el rey ha ofrecido reformas profundas; de Argelia, de Omán, hasta Mauritania los demás países mantienen una tensa alerta, cargada de presagios.

Presagios que se explican claramente, ya que en uno y otro lugares se descubren características parecidas. De un lado gobiernos específicos que ya duraron mucho tiempo y que chocan contra las terribles realidades del ‘cansancio de la ciudadanía’ y de las diferencias abismales en el reparto del ingreso. Pero además, han mostrado que suelen ser incapaces para resolver los dolores que más afectan a sus súbditos como el desempleo, la continua subida de los precios, la inseguridad igualmente. Y por si algo faltare, se han denunciado casos de increíble corrupción oficial, acusaciones que no se investigan, codicia enfermiza de los bienes materiales.

Ha cobrado repentina actualidad ese refrán que recomienda, ‘si ves arder la casa de tu vecino, lo mejor es poner las barbas al remojo’, antes de que el flagelo salte hasta su propio hogar nacional. Oportuno consejo que no se limita solo a los países árabes, sino que tiene una validez mucho más universal y que invita a franca autocrítica y a consiguientes rectificaciones domésticas.

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