La derrota del chavismo en Venezuela ha tenido un impacto enorme. Se esperaba que la oposición alcanzara mayoría en la Legislatura, pero el resultado fue abrumador. Superó los dos tercios del total.
El proceso que encabezó Hugo Chávez en Venezuela durante los años noventa fue una reacción al monopolio del poder que ejercían dos fuerzas políticas, que se turnaban en el mando y mantenían el reparto de la riqueza petrolera en pocas manos, dejando de lado a las grandes mayorías. La reacción nacional fue masiva y contundente.
Chávez promovió la redistribución en amplios sectores de la población de los enormes excedentes que dejaba la explotación de hidrocarburos. Por primera vez, llegaron ciertos beneficios a las mayorías. En el plano internacional, Venezuela logró un reagrupamiento de la OPEP y una elevación de los precios del petróleo, que también benefició al Ecuador. Tuvo posturas de afirmación nacional y latinoamericana.
Pero ya desde los primeros años, a pesar de las confesiones de lealtad a pensamiento de Simón Bolívar, se dieron hechos como el abandono de Venezuela de la Comunidad Andina, organismo comunitario que es la mayor expresión del gran proyecto bolivariano de integración. El Régimen venezolano siguió con su verborrea bolivariana, contradiciendo la voluntad del Libertador.
Han pasado 17 años desde el triunfo inicial de Chávez y ahora Venezuela se debate en una situación de deterioro inocultable. El país está dividido, convulsionado y enfrentado, la crisis económica se profundiza, la escasez de productos de primera necesidad crece, la inseguridad pública campea, la inflación es imparable, la gente abandona el país cuando puede para buscar trabajo y seguridad en el exterior.
Del “liderazgo” latinoamericano de Venezuela ya no queda ni rastro. Pero hizo daños. En nuestro país, la mayor herencia del chavismo es la oferta de inversión en la Refinería del Pacífico, que pese a las visitas aparatosas de Chávez, de los abrazos y promesas de Correa, nunca pasó de las palabras.
Pero la cosa es mucho más grave, ya que más allá de promesas huecas, discursos ampulosos y declaraciones vacías, el gobierno nacional invirtió como USD 1 200 millones en obras para la refinería y conexos, con el apuro, la intencional falta de control y el dispendio que le ha caracterizado. Y la obra no se hizo. Allí solo han ganado los contratistas, sus intermediarios y los beneficiarios del mal manejo y el despilfarro. La tal refinería con inversión venezolana resultó una estafa del chavismo al Ecuador.
Ojalá Venezuela salga de su grave situación en paz y con mínimos acuerdos nacionales. La aceptación del resultado electoral es un buen síntoma. Pero debemos ver su realidad como un ejemplo perverso de lo que le puede pasar a un país que pierde o confunde su proyecto nacional.