Fractura en bipartidismo americano

El modelo bipartidista en EE.UU. está en un punto históricamente bajo. El año pasado, la tensión entre los partidos Republicano y Demócrata casi vuela por los aires el sistema cuando parlamentarios republicanos paralizaron el aparato legislativo hasta que se retire la medida de seguridad social Obamacare. La total inactividad de este poder produjo una suspensión de servicios públicos –llamada Cierre del Gobierno– que casi termina en un impago internacional de los EE.UU. La falta de consensos hace que este Congreso estadounidense sea el menos productivo de la historia en términos de normas aprobadas, y este año las disputas en el Senado entre los partidos mantuvo 43 embajadas sin un embajador durante meses (entre ellas Rusia).

Chuck Hagel, quien fue secretario de Defensa hasta hace unos días, era el único republicano de la administración Obama. Pero no se trataba de un miembro “popular” del partido antagonista. Había sido tremendamente crítico con las políticas de G. W. Bush (alias “Toxic Texan” o “Pinocho Bush”, parece imposible o al menos hipócrita que un político no se oponga a sus descalabros, pero la búsqueda desenfrenada de poder todo lo permite), y sus colegas nunca lo perdonaron por aquella infidelidad. Incluso muchos de sus coidearios intentaron boicotear su nominación a la Cartera de Defensa.

Pero Obama quería demostrar que en asuntos de defensa –al menos en la sagrada defensa- todo el país estaba unido. Quería limar las asperezas entre los partidos. Pero sobretodo quería alguien que pudiese convencer a los republicanos de los tremendos recortes en los gastos militares (batalla tremendamente dura dado el fanatismo de ese partido por el power del aparato bélico estadounidense).

Sin embargo, ni siquiera con un republicano moderado fueron capaces de convivir los demócratas. Similar a lo que ocurre en el resto de temas gubernativos, en defensa las diferencias ideológicas están tan distanciadas que son insalvables. Durante semanas se reunieron Obama y Hagel tratando de alinear sus puntos sobre cómo debería enfrentarse al Estado Islámico.

Mientras el Secretario de Defensa proponía insistentemente la intervención de tropas en Iraq, la Casa Blanca lo descartaba.

Tanto bien le hizo a Obama desmarcarse de Bush (para algunos analistas, la sola diferencia le valió el Nobel), que parece intentar evitar cualquier punto de conexión con este, incluyendo una intervención armada en Iraq. Tras la “amistosa” ceremonia de despido/renuncia la fractura entre partidos vuelve a exacerbarse. E inmediatamente varios republicanos coléricos anuncian que bloquearán todas las nominaciones a cargos que haga la administración de Obama, salvo “lo estrictamente necesario”. Así, en el horizonte parece que la fractura seguirá ahondándose.

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