Donald Trump está perdiendo la paciencia con Corea del Norte. Con encendidas palabras, inusuales para un presidente estadounidense, advirtió hace poco que si Pyongyang vuelve a amenazar con atacar a EE.UU., habrá respuesta, con “fuego y furia como el mundo nunca ha visto”. Haga lo que haga, Trump debe comprender que nunca hubo tanto en juego, no sólo para la península coreana, sino también para la relación de Estados Unidos con China.
Las últimas dos pruebas norcoreanas de misiles balísticos intercontinentales, efectuadas el mes pasado, hacen pensar que el país ya cuenta con capacidad para golpear el territorio continental de Estados Unidos. La Agencia de Inteligencia para la Defensa estadounidense concluyó que es muy probable que Corea del Norte ya haya desarrollado una ojiva nuclear miniaturizada que cabría en uno de esos misiles. Expertos de la Universidad Johns Hopkins prevén una sexta prueba nuclear en cualquier momento.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas acaba de aprobar por unanimidad las sanciones más duras que se hayan aplicado a Corea del Norte, con la esperanza de presionar al pequeño país para que renuncie a su programa de armas nucleares. La resolución prohíbe las exportaciones norcoreanas de carbón, hierro, mineral de hierro, plomo, mineral de plomo y productos pesqueros, que en conjunto equivalen a un tercio de los escasos 3000 millones de dólares que ingresa el país cada año. También prohíbe la entrega de nuevos permisos de trabajo a norcoreanos en el extranjero, cuyos salarios (según se sospecha) ayudan a financiar el programa nuclear y misilístico.
Hasta ahora, las sanciones no parecen haber tenido el efecto deseado. Corea del Norte amenazó con vengarse “mil veces” de EE.UU., lo que incluye atacar el territorio estadounidense de Guam en el Pacífico occidental, y reiteró la promesa de no entregar nunca su arsenal nuclear. En tanto, en el recién concluido foro regional del grupo ASEAN en Manila, el ministro norcoreano de exteriores, Ri Yong-ho, aseguró que su país no participará en negociaciones sobre el programa nuclear y misilístico a menos que Estados Unidos abandone su política “hostil”.
Estados Unidos adoptó una postura igualmente obstinada. En una reciente audiencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Susan Thornton (encargada del Departamento de Estado para Asia oriental y el Pacífico) expresó la convicción del gobierno de que ninguna negociación llevará a Corea del Norte a abandonar el programa de armas nucleares, ni siquiera a cambio de concesiones económicas muy necesarias, y añadió que Estados Unidos no aceptará condiciones para negociar.
En vez de eso, la diplomacia estadounidense ha estado muy activa tratando de sumar presión sobre Pyongyang con más aislamiento internacional.
Minghao Zhao
Project Syndicate