Rodrigo Albuja Chaves
Estado y reactivación económica
Dos mensajes medulares ha emitido el Gobierno que inicia su mandato, una vez que ha transcurrido el tiempo dedicado a cuajar las manifestaciones de acercamiento, diálogo y consenso con algunos colectivos: la prioridad que otorga al proceso de vacunación, que ha despertado optimismo y confianza en la capacidad de ejecutoria del Presidente de la República, y las principales orientaciones que se imprimirán para enfrentar los efectos de la pandemia y de la crisis económica.
El discurso del Presidente de la República en la toma de posesión de su alto cargo perfilaba un cambio en la orientación de las políticas para la recuperación de la economía, de manera que genere efectos en el bienestar de la población. “Yo no he venido a saciar el odio de pocos, sino el hambre de muchos” manifestó entre otras frases de impacto. Y eso significa enfrentar la pobreza –la pobreza es hambre y otros males-, la distribución inequitativa, la desigualdad social de muchos. El desempleo y la precariedad del sistema laboral mantienen en la pobreza y en los bordes de la exclusión a miles de ecuatorianos y la desigualdad social se presenta en sus expresiones más variadas.
Los impactos de la pandemia se han presentado en el Ecuador en un contexto dominado por la tendencia por deslegitimar al Estado como el agente principal responsable de la conducción de la economía del país. Como consecuencia, se ha magnificado al mercado y la empresa privada como los sinónimos de la eficiencia, la eficacia y la generación de riqueza. Pero el panorama económico de los próximos años revela la necesidad de un rol activo desde el Estado para coordinar las respuestas a la crisis, incluso incorporando al sector privado mediante directrices para participar en la ejecución de acciones prioritarias, compartiendo una visión común.
El país espera políticas diferentes a las que han prevalecido como parte de un modelo que ha demostrado incapacidad para resolver sus necesidades, con un fuerte apego a la jerarquía asignada a las privatizaciones, la apertura comercial, la flexibilización laboral, el gerenciamiento privado y las inversiones extranjeras como sustituto del ahorro interno, por sobre la gravitación del Estado.
Para “saciar el hambre de muchos” se requiere de un Estado más abierto, con una nueva forma de gestión, de manera de suscitar la convergencia de diferentes posiciones políticas y de generar consensos mínimos, encarnando liderazgos políticos y sectoriales de un tipo diferente al tradicional. Se requiere un liderazgo que trascienda las fronteras internas para promover la unidad latinoamericana y la cooperación entre países para fortalecer la capacidad de enfrentamiento a las graves consecuencias de la pandemia y de la crisis económica.
El descontento ciudadano ante la desigualdad social exige políticas igualitarias nacidas de las realidades contemporáneas, con soluciones adaptadas a la sociedad actual, a la economía y al entorno mundial del siglo XXI.