La pronta celebración de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales abona la expectativa de los ecuatorianos sobre el destino que espera a nuestro atribulado país. El enfrentamiento entre dos tendencias opuestas –que no han despertado el entusiasmo de los electores– ratifica la necesidad de una nueva fuerza, nuevos líderes con capacidad para dirigir un proceso favorable a los intereses del país. Hacen falta líderes, se dice, pero fundamentalmente hacen falta estadistas, aquellos personajes capaces de comprender el pensar y sentir de los grupos sociales heterogéneos, y de enfrentar las dificultades y desafíos en el ejercicio del poder
El Estadista es un calificativo difícil de definir. Las ciencias sociales proporcionan elementos para descubrir su estatura histórica y la trascendencia positiva para el bien de las futuras generaciones. La aproximación a la comprensión de su labor, las formas mediante las cuales asume sus responsabilidades y las consecuencias de sus decisiones, ayuda a explicarlo.
Los estadistas brillan por su visión e intuición del futuro. Su papel en la conducción de un país es de gran importancia, pues no solo es un líder político; es un visionario capaz de tomar decisiones difíciles y oportunas, incluso en situaciones de incertidumbre o presión. Eso exige tener un conocimiento profundo de la realidad del país, así como experiencia en la gestión de asuntos públicos, más allá de la mera visión política.
Si bien los estadistas comparten con los científicos sociales, investigadores y filósofos el interés por comprender la realidad social y sus desafíos, existen diferencias importantes en cuanto a sus roles y responsabilidades.
Los científicos sociales se dedican a la investigación y el análisis de los fenómenos sociales, mientras que los estadistas tienen la responsabilidad de tomar decisiones y diseñar políticas públicas. Los investigadores aportan conocimientos y evidencia empírica para la toma de decisiones, pero no tienen la responsabilidad de implementarlas. Los filósofos, por su parte, se centran en la reflexión y el debate sobre los valores y principios que deben guiar la vida en sociedad.
La figura del líder estadista parece cada vez más esquiva en el panorama político contemporáneo. Diversos factores convergen para dificultar su emergencia: desde cambios en la sociedad hasta las exigencias de la política moderna.
La polarización y la fragmentación de la opinión pública dificultan la construcción de consensos y la adopción de visiones a largo plazo. La creciente individualización y el declive de las ideologías tradicionales pueden erosionar el compromiso con proyectos colectivos. La desconfianza en las instituciones y la percepción de corrupción pueden desalentar la participación política y el surgimiento de líderes íntegros. No otra cosa revela la conversión de la política en un negocio y en un espectáculo mediático, donde la imagen y el carisma pueden primar sobre la sustancia y la experiencia.
Si bien la especialización es necesaria, un exceso de tecnocracia puede alejar a los líderes de la realidad social y dificultar la conexión con los ciudadanos. Es fundamental, entonces, encontrar un equilibrio entre el conocimiento técnico y la capacidad de liderazgo político, la visión estratégica y la habilidad para construir consensos.
La crisis económica, política y social que sufre el país, explica ´la carencia de líderes estadistas. Si bien no se trata de un fenómeno nuevo, las transformaciones actuales plantean desafíos inéditos; es necesaria una cultura política que valore la integridad, la visión a largo plazo y el compromiso con el bien común. El fomento de la educación cívica y el pensamiento crítico serán la base para formar ciudadanos informados y participativos. Es un imperativo el apoyo al desarrollo de liderazgos que puedan combinar tanto la experiencia técnica, como la visión política y social.
El refuerzo de la capacidad de la sociedad ecuatoriana para exigir y cultivar un liderazgo que esté a la altura de sus desafíos inducirá la emergencia de los líderes estadistas que nos hacen falta.