En el marco de la estructura económica internacional la integración ocupa un lugar importante. Una confirmación de este aserto se daría, por ejemplo, en el proceso que emprendieron los países europeos al término de la segunda guerra mundial, que comenzó con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) y culminó con el Tratado de Roma (1957), en el cual se estableció oficialmente la Comunidad Económica Europea. El objetivo esencial del Tratado era la creación de un ente supranacional que tuviese la misión primordial de formar un mercado común.
Como en el Tratado de Roma aparecía claramente enunciado el propósito del Mercado Común Europeo de instrumentar una política proteccionista para los productos agrícolas, que afectaría a las exportaciones latinoamericanas, los países de nuestra región acordaron armonizar esfuerzos en defensa de sus intereses y fundaron la Alalc (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio), mediante el Tratado de Montevideo, suscrito en diciembre de 1960. Así se aspiraba a establecer una zona de libre comercio. Este es el origen de los diversos esquemas de integración vigentes en nuestro hemisferio. En agosto de 1980, los once Estados Miembros firmaron un nuevo Tratado en Montevideo, en reemplazo del anterior, e instituyeron la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), la continuación del proceso iniciado en 1960.
El ritmo moroso de las actividades integradoras de Alalc, derivado especialmente de la asimetría estructural de sus miembros, motivó la creación del Grupo Andino (Acuerdo de Cartagena, 1969), para dinamizar y profundizar el proceso, con miras a promover el desarrollo equilibrado y armónico de los países miembros. A los cinco estados signatarios se sumó Venezuela en 1973, pero se retiró hace pocos años por decisión del presidente Chávez. Chile se retiró en 1976 y se reincorporó como Estado Asociado en 2006. No han sido pocas las dificultades de la Comunidad Andina, pero creo que la entidad demanda mayor apoyo político para potenciar su capacidad de negociación con terceros.
Acudieron a mi memoria éstos y otros datos a propósito de la reciente visita a Quito del presidente electo del Perú, Ollanta Humala, quien declaró que figura en su agenda el fortalecimiento de la Comunidad Andina, como instrumento al servicio del desarrollo de los países andinos. Piensa que hay que consolidar los núcleos más pequeños para abrirse a la integración continental.
El mandatario peruano puso énfasis también en su respaldo a Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), organización de amplio aliento, cuyo tratado constitutivo se suscribió en Brasilia en mayo de 2008. Unasur, como se sabe, tiene su sede en Quito. Esperemos que logre sus objetivos plausibles.