Durante el calurosísimo verano, están llegando hasta su apogeo los festejos taurinos en diversas ciudades españolas. En principio no cabe sorprenderse que allá también esté sucediendo lo mismo que pasa dentro de la política preelectoral del Ecuador: que proliferen los subalternos, los picadores, los banderilleros, los peones de brega y hasta los “espontáneos”.
Sobre todo a estos últimos conviene dirigir atención especial. Se trata de jóvenes que han llevado a escondidas una capa y que al menor descuido de la “autoridad”, saltan hacia el ruedo y logran dar unos dos o tres “pases” antes que el Comisario ordene su expulsión y apresamiento, bajo la acusación de interrumpir el desarrollo normal del festejo.
Curiosamente, quienes más protestan, maldicen con palabras de grueso calibre y hasta se arrancan mechones de cabello, son los agentes y financiadores de los principales toreros, pues temen que el toro se desdibuje y que el desempeño de sus pupilos acabe siendo un fracaso, lo que perjudicará a los contratos posteriores.
Claro que en el Ecuador propiamente ahora muchos cantones no tienen verdaderos festejos taurinos, desde cuando así lo decidiera con una mínima diferencia de votos, la consulta popular de mayo del año anterior. No obstante todas las limitaciones imaginables, la comparación con los festejos taurinos vale, lo mismo que con los diestros que integran carteles de lujo. De uno de ellos se había pensado que sería inevitable figura del “cartel”: el actual Mandatario quien no ha ocultado entre sus peones de brega el gusto que tendría de seguir en la misma faena, saboreando las delicias que para temperamentos de esta índole supone el ejercicio del poder fáctico, como ocurre con su preceptor el crnel. Hugo Chávez y con amigos más recientes: el tirano de Siria y el gobernante de Bielorrusia, huésped bienvenido de Carondelet.
De pronto este domingo, fueron muy ilustrativos los criterios del analista Luis Vicente León, que publicara EL COMERCIO. Allí expresó el politólogo: “Yo sí creo que es posible un ‘chavismo’ sin el presidente Chávez”. Y también se refirió al candidato Capriles quien “se enfrenta a un aparato de medios de comunicación públicos y una estructura estatal que no tiene ninguna limitación ética ni democrática. Que usa todo su poder y abusa de él”.
Si se recuerda lo ya dicho acerca que fue mínima la ventaja de las tesis correístas sobre las de los contrarios; que el modo de ser nacional no resiste la presencia indefinida de los mandatarios vitalicios y que cada vez se acumulan los casos de irregularidades oficiales que no reciben suficientes explicaciones ni mucho menos –los beneficiarios del bono de pobreza ya fallecidos, los millones de dólares acreditados en cuentas privadas de empleados burocráticos, y hasta las denuncias en la compra de sillas de ruedas–, cabe plantearse si es o no pertinente, un “correísmo sin Correa” también dentro del Ecuador.