Este es criterio de los especialistas: “Una sociedad en que la ley coarte la autoridad, dado que esta por sí misma tiende a ser violencia y abuso, hay que ponerle un límite, que es la libertad”. En esta concepción definen la libertad como garantía contra la violencia.
Hacia la mitad del siglo pasado, en la ciudad de Guayaquil hubo fuerte descontento contra el gobierno del presidente Arroyo del Río. Un Intendente de Policía, de temperamento fácil, expresó: Autoridad que no abusa, no es autoridad.
De allí que conviene recordar al filósofo y político Carlos Luis de Secondat, Baron de Montesquieu, de la Academia de Francia, quien hacia el año 1748 publicó un libro que ha quedado para la posteridad bajo el título ‘El Espíritu de las Leyes’.
Escribió conceptos como estos: “Las costumbres de un pueblo esclavo son parte de su servidumbre; las de un pueblo libre, son parte de su libertad”.
“Las leyes pueden contribuir a formar las costumbres, las maneras y el carácter de una nación”.
“Dos excesos tiene que evitar la democracia: el de la igualdad, que le convierte en aristocracia o la lleva al Gobierno de uno sol, y el de una igualdad exagerada que la conduce al despotismo, como el despotismo acaba por la conquista”. “Como habría en el Estado dos poderes visibles, el Legislativo y el Ejecutivo, y como cada ciudadano tendría voluntad propia y haría valer su independencia, la mayoría de la gente sería más partidaria de uno de los dos poderes, pues pocas personas tienen la equidad y el juicio necesarios para ser igualmente afectas a los dos”.
“Y como el poder Ejecutivo, disponiendo de todos los empleos, podría favorecer a muchos y dar grandes esperanzas sin infundir temores, todos los favorecidos o halagados se pondrían de su parte, como tal vez lo acataran los que nada esperasen o nada pretendieran”.
La tentación de acumular poder es gigantesca . Las vías son distintas: o se asume la dictadura de frente, o se puede llegar al control más o menos total, en democracia, a base de leyes.
Para ello el dirigente cuenta con el apoyo sumiso de personas –partidarios- que elaboran las leyes a gusto y medida para la concentración del poder en el titular del Ejecutivo. Por esta segunda vía, a base de leyes se llega al Estado despótico de que habla Montesquieu en su Espíritu de las Leyes. ‘ “Un gobierno templado puede, sin peligro, aflojar cuando quiera sus resortes: se mantiene por sus leyes y por su fuerza”. Pero el líder no debe cesar ni un solo momento de tener el brazo levantado, pues’ “si no puede en cualquier instante anonadar a los que ocupan los primeros puestos, está perdido, cesando el resorte de Gobierno que, en el despotismo es el temor”’
Han transcurrido alrededor de 270 años desde este libro, pero las costumbres y principios del Poder, al parecer continúan iguales.