Venciendo sus propios resquemores el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abass se sentaron en Washington en la mesa de negociaciones.
La mejor noticia del encuentro es el encuentro en sí mismo, especialmente después de las últimas tensiones, el diálogo interrumpido y la reacción que provocó el ataque a la flotilla humanitaria por parte del Ejército israelí.
Hay un signo importante: que se hable de la indispensable instalación de dos Estados: Israel y Palestina. Más allá de esa premisa que adelantó la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, el proceso debe atravesar dificultades como la capitalidad de Jerusalén, ciudad eterna e indivisible para el Primer Ministro de Israel y punto clave para los palestinos que buscan su capital en Jerusalén Oriental. Otro punto delicado es el de los asentamientos judíos en Cisjordania y la construcción de viviendas, suspendida hasta el 26 de septiembre antes del encuentro de este jueves. Debatible para Israel la fuerza armada de Palestina y complejo el control del espacio aéreo que Israel lo ve como vital para su supervivencia. Otro punto que luce esencial es superar las disidencias internas de grupos extremos y hasta violentos que no quieren saber nada, ni en Israel ni en Palestina del reconocimiento del contrario. Un punto alentador: una encuesta revelada por el periodista Daniel Blumenthal que indica que las tres cuartas partes de palestinos en los dos territorios (Gaza y Cisjordania) quieren la paz. Esa paz ha sido esquiva desde el establecimiento el reconocimiento del Estado de Israel por parte de Naciones Unidas (1948).
Varios hitos fundamentales en el tiempo vale recordar: Los acuerdos de Oslo en 1993 por los cuales se retira el Ejército de Israel de Gaza y Cisjordania y se reconoce a la Autoridad Nacional Palestina en los cuales jugaron un papel fundamental los líderes de ambos pueblos, Isaac Rabín (asesinado más tarde por judíos radicales) y Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina que luego firmaron en Washington el acuerdo de paz. Años después, en 2000 , y en el escenario de Camp David (el mismo donde años antes Israel y Egipto superaron diferencias) fracasó el proceso y desató la segunda intifada a la que siguió en 2003 el trazado de la Hoja de Ruta con el empuje de la comunidad internacional que no dio frutos y desembocó en un nuevo enfrentamiento en 2009.
Esta es una nueva oportunidad para la paz alentada por el presidente Obama, ávido de mostrar influencia mundial tras el retiro de tropas en Iraq y la inquietud que siembra en la comunidad internacional las instalaciones nucleares de Irán cuya incidencia geopolítica amenaza e inquieta a los países árabes moderados.
Aunque visto con cautela el diálogo alumbra esperanza.