Hace pocos años, nadie podía imaginar que España podría llegar a semejante crisis, como la que ha sobrevenido. Ni los demás europeos, que veían un país en acelerado crecimiento. Ni los propios españoles que sentían que ya formaban parte integral de una Europa en la que la integración, el euro, la modernización, garantizaban estabilidad económica para el futuro. Ni los migrantes, entre ellos miles de ecuatorianos, que llegaron a considerarla un destino ideal; bien sea para trabajar allí unos años y volver luego con algunos ahorros a nuestro país, o para establecerse con sus familias como residentes y candidatos a la ciudadanía española.
Ahora las calles españolas son frecuente escenario de protestas de movimientos sindicales que defienden su trabajo, de jóvenes ‘indignados’ que nunca lo tuvieron, de antiguos propietarios de viviendas que, al no poder pagar sus créditos, no solo que han debido entregarlas a los bancos, sino que además, les quedan debiendo cantidades astronómicas que incluso les son descontadas de sus salarios a los que todavía lo tienen.
Entre un quinto y la cuarta parte de la población económicamente activa está en el ‘paro’, es decir, sin trabajo. Y la situación de los migrantes es aún peor. Miles de viviendas están vacías en manos de los bancos y muchas familias se hacinan en casas o pisos pequeños con las familias de sus padres, hijos y otros relacionados. La economía, en general, se ha contraído y solo el turismo parece que tendrá algún incremento, porque el país se ha vuelto un poco más barato.
Como las desgracias no vienen solas, el Rey, luego de sufrir un accidente, ha tenido que pedir disculpas por haberse ido a África a cazar elefantes, cuando sus súbditos pasan dificultades. Por ello, la popularidad de la monarquía ha bajado notoriamente.
Y también ha bajado la de todo el sistema judicial, cuyo prestigio se ha venido abajo, cuando su presidente y máxima figura, un devoto miembro del Opus Dei, ha tenido que renunciar luego de que gastó 30 000 euros del presupuesto institucional en constantes viajes a un centro vacacional en Marbella, acompañado del responsable de su seguridad. Esto último, desde luego, es su asunto privado, pero el hecho es que el dinero era público. Y eso es un verdadero escándalo en un país donde muchos ya no cobran ni el seguro de desempleo.
Después del primer golpe de incredulidad, y luego de las elecciones generales españolas, el tema central es cómo enfrentar la crisis. Para ello, desde luego, no hay soluciones fáciles. Pero lo que sí es claro, es que las recetas aplicadas en otros países a veces resultan peor que la enfermedad. En esto, quizá los españoles podrán aprender algo de Latinoamérica, que hace no mucho enfrentó crisis parecidas, que pueden enseñar a quienes ya han comenzado a vivir medidas de ajuste.