Las piruetas de los políticos para desviar la atención de sus propias responsabilidades alcanzan a España, crispada por la contienda electoral.
Dos episodios de estos días ilustran el acerto de cuerpo entero. Y los responsables (que acaso quieren pasar de puntillas) responden a dos colectivos políticos encontrados, rivales y protagonistas de primera línea de esta contienda electoral sumida en un nudo gordiano.
El Partido Popular (PP), en el poder
- mientras Rajoy no pierda unas próximas elecciones o los contendientes no logren formar mayoría -, busca enjuiciar a dos periodistas del diario ABC por revelar las escuchas donde se revela la corrupción del caso Bárcenas.
Aquel episodio que se cargó la credibilidad y mostró la corrupción concupiscente de quienes ejercen el poder en las altas esferas del PP.
El otro episodio se produjo cuando el líder del populista Podemos, Pablo Iglesias, sin empacho y en un foro que se presumía académico en la Universidad Complutense, puso ejemplos sobre un supuesto accionar de la prensa para cubrir sus actos de campaña y titular las notas relativas a su actividad.
Ironías de mal gusto que expresan el poco aprecio por la labor de la prensa de estos políticos nuevos que se ve que han estudiado los usos de sus ídolos latinoamericanos que se empeñaron en desprestigiar a la prensa.
El episodio concluyó con el retiro del auditorio, como señal de protesta, de varios periodistas que cubrían el acto en rechazo al uso torcido en el ejemplo de la supuesta actitud de la prensa para poner a los asistentes contra los periodistas. ¿Suena a una práctica conocida?
Este comportamiento de los políticos desnudados por los periodistas recuerda la leyenda de aquel rey que recibió malas noticias y mandó a decapitar al mensajero por haber transmitido los hechos que le narró. Es parte de este acoso del poder a la prensa para acorralarla y gobernar sin quien revele lo que el poder quiere ocultar.