Es alucinante que hasta ahora nadie haya pedido cuentas por la escasez de agua potable que sufren los esmeraldeños desde hace un mes.
A nadie (me refiero a las autoridades competentes) le ha dolido ver las imágenes de mujeres y niños cargando en sus hombros las canecas de agua para cocinar; vecinos peleándose por un poco del líquido o bañándose en el río Esmeraldas, porque no existe otra manera de hacerlo.
Los problemas de escasez de este servicio no son recientes ni una novedad; han existido desde hace 15 años, cuando el sistema cumplió su vida útil. Fue construido en 1992 y 10 años después se debía ejecutar la segunda fase para servir a más usuarios, pero no se hizo ninguna obra. En sus inicios abastecía a 150 000 habitantes de los cantones Esmeraldas, Atacames y Rioverde; ahora esa población creció a 350 000 personas.
Los problemas de abastecimiento se agravaron en el 2011, cuando el Gobierno declaró una emergencia para solucionar la escasez. La medida fue tomada por el Ejecutivo, porque el sistema está en manos del Estado desde 1994.
Se asignaron USD 70 millones para el cambio de las tuberías y la repotenciación de la planta. Se reemplazaron las redes en el casco urbano de la ciudad de Esmeraldas, pero lo otro quedó pendiente. Nadie sabe qué pasó con esos recursos. Eso lo dice el propio subsecretario de Recursos Hídricos de la Secretaría Nacional del Agua, en Esmeraldas, Ricardo Moreno.
Para complicar más el panorama, la empresa de agua Eapa San Mateo, que debe ser liquidada, tiene una deuda de USD 18 millones con la CNEL desde el 2010. Un año antes ya le condonaron USD 10 millones.
Los esmeraldeños tendrán que esperar hasta abril del siguiente año, cuando se tiene previsto que se entregue el nuevo sistema, obra que se construye desde el 2016.
¿Quién ha pedido rendición de cuentas por el desperdicio de recursos y el abandono en el que se encuentran los esmeraldeños? Nadie.