Da la sensación de que cuando Esmeraldas intenta sobreponerse recibe un golpe más. Haciendo un balance no ha sido un año bueno para la ‘Provincia Verde’.
El 2016 de Esmeraldas se ha caracterizado por recibir golpe tras golpe, sin exagerar. El primer día del año sintió la poca afluencia de turistas, cuando tradicionalmente Esmeraldas había sido el destino predilecto de los quiteños y visitantes de otras ciudades.
El 16 de abril llegó el terremoto y todo se puso peor; aunque la zona turística de Atacames -incluida su parroquia Tonsupa- no tuvo tantas afectaciones, como sí ocurrió con su cantón hermano de Muisne. Para ese entonces, ya andaba mal.
Las vacaciones escolares se presentaban como salvavidas para la alicaída economía del sector turístico, pero no fue así. Fue en el feriado por la gesta del 10 de Agosto de 1809 que se sintió un poco de alivio, debido a que las playas se volvieron a llenar como antes.
Esa pequeña buena racha siguió en el descanso de noviembre, por el Día de Difuntos y la fiesta de independencia de Cuenca. Los hoteleros y dueños de negocios turísticos se esmeraron en mejorar el servicio e hicieron descuentos para atraer a sus visitantes.
Todo parecía indicar que Esmeraldas había vuelto a recuperar al dinamismo de siempre y se preparaba para recibir a los turistas en estos dos feriados de fin de año. Los ecos del terremoto habían quedado atrás y se tenía que seguir, se pensaba.
No. El terremoto seguía muy presente. El 12 y 19 de diciembre los esmeraldeños vivieron una pesadilla que quizá no la tuvieron el 16 de abril. Los sismos de hasta 5.7 grados los sacudió y destrozó sus casas -en su mayoría- y algunas edificaciones de más de tres pisos.
Tonsupa es la más afectada, no así el poblado de Atacames, donde 300 de los 400 hoteles están en condiciones de recibir a los turistas, según los hoteleros.
Por estos días, la tierra ha dejado de moverse en Atacames y los hoteleros tienen la esperanza de reactivarse en este 2017.