Los conflictos políticos en un país fragmentado, sin instituciones efectivas, y con un poder político personalizado que ha perdido legitimidad, solo tienen como opción el uso de la fuerza con el argumento de una soberanía espuria, convertida en escudo contra toda intervención, que pretenda defender a una población que ha perdido todos sus derechos hasta los de sobrevivencia.
Soberanía glorificada por países que defienden sus intereses geopolíticos, y respaldan al Gobierno sirio que funciona al margen de la ley, como Rusia y China que prevalidos de su derecho a veto, apuntalan al gobierno de Bashar Al Assad que emplea todo su aparato de guerra y ha causado más de 17 000 muertos y más de 30 000 víctimas y desplazados.
La intervención humanitaria no ha sido la única propuesta, ni es la más recomendada después de la experiencia de Libia, en un país con profundas divisiones y luchas sectarias dominadas acremente por la minoría alauita heredada y recrudecida por Bashar Al Assad.
Pero tampoco se puede esperar una alternativa de solución del conflicto en medio de una guerra civil. Peor aún con un liderazgo internacional indolente como el de Rusia empecinada en que se reconozca la acción terrorista de la oposición insurgente armada que busca “derrotar por la fuerza a gobiernos soberanos”, como también lo ha manifestado el embajador cubano Pedro Núñez.
Argumento que ha convencido a la Cancillería ecuatoriana para la abstención en la Organización de Naciones Unidas, ONU ante una nueva condena al régimen de Siria.
La maniobra política del presidente Bashar Al Assad ha transformado el conflicto interno en un conflicto internacional de suma cero en torno de su persona, cediendo la soberanía al bloque geopolítico que lo respalda y ha descolocado a las organizaciones intergubernamentales como la Liga Árabe, el Consejo de Cooperación del Golfo, pero especialmente a la ONU.
Los capítulos VI y VII de la Carta, así como la responsabilidad para proteger R2P, declarada en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas del año 2000, han quedado anulados por el procedimiento de toma de decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que amerita una modernización.
Con la renuncia como mediador de Kofi Annan (que fue Secretario General de la ONU) se confirma el informe Brahimi, sobre la evaluación de las Naciones Unidas que determina que los grandes responsables por los éxitos o fracasos de la ONU, son sus estados miembros y propone cambios mínimos necesarios para que el sistema pueda ser una institución eficaz y operativa del siglo XXI.
*Ex Ministro de Defensa