La escritura y la memoria

¿Será que mi tiempo es de postrimerías? Podría ser. Tanto más que es poco lo que me va quedando en cuanto a certidumbres. La trascendencia que le he concedido a la escritura alfabética, una de aquellas pocas certidumbres, me ha llevado a ensayar y ensayar sobre aquel prodigio tecnológico. Y así, la memoria escrita me resulta el intento más serio que ha hecho el hombre para neutralizar la finitud de la vida.

Me sale al paso Roberto Ampuero en su estupenda autobiografía novelada 'Nuestros años verde olivo': "Una memoria está hecha de lo recordado y lo olvidado, de sus palabras y sus silencios, de sus imágenes y sus vacíos". Es verdad. Ello no obstante, la memoria escrita es como la materia prima de la que los estudiosos sabrán, en el futuro, obtener esencias y principios activos, de tanto valor como que cada vida es única e irreproducible.

No me cabe más que el silencio, que otorga, aunque queda en pie lo de la finitud de la vida y el intento por neutralizarla, cuando Jorge Luis Borges, en 'El instante' me dice con voz queda y pausada que era lo suyo: "…el presente está solo. La memoria/ erige el tiempo. Sucesión y engaño/ es la rutina del reloj. El año/ no es menos vano que la vana historia. /Entre el alba y la noche hay un abismo/ de agonías, de luces, de cuidados; /el rostro que se mira en los gastados/ espejos de la noche no es el mismo. /El hoy fugaz es tenue y es eterno; /Otro Cielo no esperes, ni otro infierno".

Debo alejarme de las nubes a las que me conducen mis lecturas. En eso de la memoria escrita se incluyen las publicaciones que dan fe que un escritor o un científico existió. De ahí que me pareciera un disparate cuando uno de mis maestros, afamado por cierto, que no había publicado nada, señalaba que viviría en el corazón de sus alumnos. Muertos estos, de aquel catedrático no quedaría ni el recuerdo.

Como de todo hay en nuestro país, ha llegado a mis manos una preciosa monografía escrita por el Dr. Felipe Egas Varea, neurocirujano. Desde hace 25 años, desde cuando contó con los equipos necesarios, en base a un protocolo bien definido fue acumulando los resultados de sus intervenciones en pacientes que presentaban tumores de la hipófisis, glándula que se halla en la base del cerebro.

Desde aquellos inicios, a la información que sobre el tema ya tenía, el Dr. Felipe Egas contó con la bibliografía que le permitió estar al tanto de los estándares a los que se había llegado en otras partes del mundo. Hasta producir la monografía que comento, 18 publicaciones daban cuenta de los progresos que lograba. La casuística: 1 098 pacientes intervenidos, la mayor parte en el Hospital Andrade Marín. Trabajo metódico, científico, el del Dr. Felipe Egas. Su memoria se m antendrá en el capítulo de La Neurocirugía en la Historia de la Medicina Ecuatoriana.

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