La imagen del indígena con una escopeta en las manos, en la Amazonía de Ecuador, ha causado desconcierto en el Régimen. Y hasta un novel ministro lo ha publicado en redes sociales con un mensaje: “Dale RT para no volver al pasado”.
El hecho, a vista simple, debiera ser derivado a los operadores de justicia. Sí, a simple vista, en una lectura miope, porque la foto fue tomada en territorio shuar, en medio del selvático oriente de Ecuador.
Claro. Es injustificable recibir con escopetas a un pelotón de policías, como los desplegados el jueves, por orden de juez mestizo, para tratar de retirar la maquinaria de la construcción de la vía a Taisha, en Morona Santiago. Pero en el siglo XXI es inadmisible no terminar de entender que la concepción de la violencia en el mundo indígena shuar, waorani o taromenane es distinta a la del mundo mestizo occidental.
¿En serio la mejor carta es invitar un día a los shuar a un ‘diálogo abierto’ y al siguiente enviarles un pelotón policial, para luego insistir en dialogar? ¿Así se construye el Estado plurinacional descrito en el artículo 1 de la Constitución de Montecristi?
El Gobierno, seguramente, tiene argumentos técnicos del daño a la flora y fauna que ha representado la construcción de una vía de 10 metros de ancho en una reserva. Y la Ley le otorga competencia para la preservación en Ecuador. Mas, la Constitución garantiza también derechos a las poblaciones indígenas, como aquel de reconocer sus circunscripciones territoriales o su justicia.
Si los shuar tienen escopetas o cierran el paso de un pelotón de policías o si retienen a funcionarios, no es porque sean fuerzas paramilitares o seres manipulados, sino porque su conexión con el territorio es su vida y defenderlo o cazar con escopetas, indispensable para su subsistencia.
Antes de que el estigma o la propaganda que todo lo reduce a asunto de ‘sufridores’ se instalen, es apremiante respetar la cosmovisión indígena como fórmula hacia el consenso y ruta para no volver al pasado.