En el tercer trimestre de 2022 la economía creció 3,2% anual, impulsada por el consumo de hogares, que aumentó 3,8%. El consumo es un motor de la economía. Por ello el gobierno estimula el consumo en servicios turísticos, reduciendo la tasa del IVA durante puentes vacacionales.
El consumo favorece a la producción de hoy. Pero para que haya mayor producción, y que el consumo de mañana se satisfaga con mayor oferta en lugar de precios más altos, es necesaria la inversión. Y en el tercer trimestre crece un mísero 1%. Los agentes económicos (que somos todos) no invertimos para atender mejor la demanda del futuro. No creamos oportunidades para los jóvenes que quieren trabajar.
En los ocho años transcurridos desde 2014, último año de la bonanza de materias primas, la economía de Colombia creció 25%, Perú 21%, Chile 19%, El Salvador (dolarizado) 17%. El Ecuador sólo 1,2%.
En esos ocho años la población aumentó en casi 2 millones. Producimos 11% menos por cabeza que en 2014, lo que es inaceptable. Hay que priorizar la inversión. Lamentablemente, buena parte de nuestra clase dirigente no tiene consciencia de ello. La Conaie exige más gasto, más subsidio, menos inversión en petróleo y minería. La Corte Constitucional dispone el aumento de gasto público en salarios que es el más alto de América Latina con relación al PIB, reintroduce el impuesto a la herencia que estimula a las familias dueñas de empresas a venderlas a multinacionales y sacar sus capitales al exterior, constriñe a la minería, y deroga la ley que estimula la inversión petrolera. La Asamblea Nacional niega los proyectos de ley del ejecutivo para estimular las inversiones. La burocracia se encarga de trabar los contratos de inversión que logra atraer el presidente con su política de promoción.
Sin inversión, no hay futuro. Hay que reconocerle a la Asamblea que se percata de ello. La flamante ley de Juventudes dispone que el Estado realice ¨acciones necesarias para fomentar … una migración segura y ordenada¨ (art. 34).