Uno:
¿Han notado que los almacenes de marcas internacionales de ropa están llenos de jóvenes? Tal vez sí, pero para quienes no solemos ir a centros comerciales es una novedad. Estos jóvenes ya no son quienes salieron del colegio a buscar una oportunidad, son jóvenes universitarios dedicados a brindar un servicio. Y muchos saben hacerlo muy bien. Se te acercan, sonríen, ofrecen su ayuda, te traen las opciones que ellos creen apropiadas en función de lo que pidas. En algunos locales te sirven ellos mismos un té o un café. A cambio solo debes recordar su nombre y decirlo en la caja para que cobren sus comisiones.
Me encontré con un par de estudiantes universitarios que conozco y luego del saludo de rigor volvieron a sus espacios a tratar de hacer sus ventas. Ellos saben que esta es una experiencia que aspiran, les pueda ayudar en sus carreras. También es su forma de ganar algo de dinero para sus gastos y, de esa forma, ayudar a sus familias, porque no creo que haya muchas que puedan decir que les está yendo viento en popa.
Dos:
Mi abuela solía decir que ningún comedido sale con la bendición de Dios.
La gente que vive por la zona de Puembo sabe desde hace mucho de los trabajos que se realizan en la zona por parte de la Empresa de Agua Potable. Hace algunos meses, incluso, tenían distribución de ese líquido por tanqueros. A lo largo de esas difíciles semanas no hubo más que una sola queja pública que terminó cuando una noche, en una camioneta, llegaron al parecer trabajadores de esa institución que abrieron una llave maestra y fluyó el líquido de nuevo.
Sin embargo, los problemas no pararon. Poco antes de llegar a la Y de Puembo, es decir, en plena vía donde se hacían los trabajos para la conexión de agua entre Calderón, Puembo y Pifo, varias veces el agua corría como un río. Finalmente, lograron arreglar el inconveniente. Pero hay otro que volvió a ocurrir cerca de ese mismo sitio, esta vez apenas se toma la Y de Puembo, en plena calzada, a pocos pasos de una serie de locales de comida y una ferretería.
Y ahí viene la historia: apenas inició el feriado, el agua corría y un trabajador levantaba una de las tapas para ver lo que ocurría. Al cabo de un buen rato y de esfuerzo, logró controlar lo que sucedía. Sin embargo, menos de 48 horas después, otra vez el agua salía. Como es natural, se llamó a uno de los números telefónicos para informar lo que ocurría.
Luego de los 60 segundos de rigor publicitario, en donde se informa de las nuevas oficinas de la institución, una voz al otro lado de la línea saluda muy cordialmente y, no lo puedo negar, uno se emociona.
La conversación fue más o menos la siguiente:
- Buenos días, quiero reportar una fuga de agua en la Y de Puembo, en plena vía.
- Me da el número de suministro.
- Disculpe, no es en una casa.
- Se necesita el número de suministro.
- Es que no lo sé, es en la calle.
- Me da una dirección exacta.
- En la Y de Puembo, baja 20 metros y está el agua saliendo.
- ¿De una casa?
- No de la calzada.
- ¿Alguna numeración?
- No, es un problema recurrente, hace menos de dos días estaban trabajando ahí.
- ¿Es en la vereda y en la calle?
Antes de contestar pienso que al fin me entendió y respondo que sí.
- ¿Deme sus datos personales: nombre, número telefónico, dirección?
Le doy mi nombre y le digo que para qué tanto dato si solo estoy tratando de ayudar, que simplemente es lamentable que el agua se desperdicie así. Me insistió con que le dé mi número y yo solo anoté su nombre. Y luego me dijo que verá si ya había alguna otra denuncia de la zona para enviar a un equipo. Ahí dos ejemplos de atención al cliente. Ustedes saquen sus conclusiones.