En una democracia se considera que existen tres tipos del ejercicio del poder: el de una alianza o concertación; los acuerdos coyunturales y el autoritario.
El primer caso corresponde a democracias maduras y que han experimentado duras lecciones históricas como es el caso de Uruguay, España o Chile. En el segundo se encasillan a gobiernos que ejercen el poder con sujeción estricta al ordenamiento jurídico y amparado políticamente en compromisos puntuales que aseguren la estabilidad. Este tipo de regímenes corresponden a lo recomendado por el ex presidente colombiano Ernesto Samper, en su conferencia en la UDLA, al proponer un semiparlamentarismo. Su principal fortaleza radica en la alterabilidad, pues obliga a las frentes de oposición a ser los últimos pilares, pero pilares al fin, de la continuidad democrática.
El tercer caso hay una enorme fortaleza política en la que se amalgama una sólida base económica, una capacidad de convocatoria popular sostenida en la ausencia de alternativas, así como un control de las instancias estatales de fiscalización que permite bloquear a la oposición y garantizar un plan único; además, para matizar la atención pública es necesario un esquema de confrontación con adversarios débiles en los que, contrariando la tradición bíblica, siempre gana Goliat.
En el caso del Ecuador en esta categoría fueron escogidos los viejos partidos y líderes (partidocracia) y, bajo el supuesto de que la libertad de expresión puede anidar gérmenes de oposición, los directores y conductores de los medios de comunicación independientes.
Sin embargo, el caso ecuatoriano presenta otra peculiaridad que es necesario analizar. Dispone de casi todo -el casi es un eufemismo- el control de aparato estatal, pero está incurriendo en una modalidad que puede ser contraproducente. Además del dominio de la Asamblea Nacional, la administración de justicia y los organismos de control se enrumba hacia el control administrativo de las principales actividades de la sociedad como el mercado, la comunicación, la Policía Nacional, la seguridad y cualquier otro ámbito de la actividad social. Como se observa, se construye una estructura piramidal que ignora el futuro pues, si la cúspide de la pirámide cae, todo el edificio queda reducido a escombros, con el agravante de que toda la responsabilidad cae en un solo sujeto histórico y se indulta anticipadamente de responsabilidades al famoso círculo.
Esto lo intuyeron los conquistadores españoles cuando apuntaron contra Atahualpa o Moctezuma II; por eso, los dos grandes imperios se desmoronaron estrepitosamente dando lugar a siglos de coloniaje. En esos casos la estrategia fue más importante que la espada, la cruz, los caballos o los perros. Se comprobó que la historia no se repite mecánicamente, sino que es necesario entenderla para evitar incurrir en los errores del pasado. Que no es lo mismo.